El artesano – capítulo 7
Marta se retiró casi deslizándose como una serpiente, a
pesar de su cuerpo casi nadie se dio cuenta de su partida, entró a su
habitación de la planta baja, se desnudó y fue al baño privado, éste tenía una
vieja bañadera de fundición y losa que en su momento había sido muy blanca pero
ahora ya estaba algo percudida y mas amarillenta, corrió la cortina de plástico
color rosada con unas florcitas verdes y amarillas, abrió el grifo del agua
caliente y un poco el del agua fría, puso un tapón de goma en el desagote y
dejó que se llenara. El hotel poseía una caldera seguramente regulada muy alta
y la temperatura del agua caliente era excesivamente alta, la pared del baño
estaba azulejada hasta los 2
metros de altura con azulejos blancos y negros y parecía
un gran tablero de “damas” si no fuese por una ventanita de madera color cedro
y vidrios repartidos que lo recortaba en el centro de la pared de la ducha,
este “tragaluz” daba al fondo del hotel donde estacionaban los vehículos, debajo
de la enredadera. Marta disfrutaba bañarse y mirar por esa ventana, el aire
entraba fresco con un aroma a hierbas típicas de las sierras, era un color y un
olor que no se olvidaban en toda la vida, ella puso levemente su pie derecho en
la bañadera asegurándose que la temperatura sea correcta, luego lo introdujo
completamente para luego pasar todo el cuerpo y sumergirse en el agua. Miraba
por la ventanita y veía el Renault 11 del Artesano, luego los demás autos, su
propio jeep estaba cruzado delante del Renault, pensó que si El artesano
quisiera sacar su auto debería hacer varias maniobras y seguramente insultaría
por lo bajo, ella LO SABÏA. Alfonso partió a su cuarto en el primer piso y
Soledad al del tercero, El conserje como siempre seguía apostado en su lugar y
El artesano aún inquieto por lo sucedido fue hasta la barra y le pidió una
ginebra con dos hielos.
_ Es algo fuerte para esta hora del día.
La frase del conserje lo sorprendió, es que “era tan
callado”.
_ Si, lo se, pero necesito algo fuerte. (se notaba su
inclinación alcohólica). ¿Cómo se siente?
_ ¿Qué cosa?
_ Estar aquí tan lejos de todo.
_ Ah, está bien. (“Ah bueno”, pensó El artesano, el
conserje había sido tan escueto que era casi imposible entablar un diálogo con
él).
El conserje le sirvió la ginebra en un vaso de boca ancha
con los dos hielos.y sorpresivamente le dijo:
_ Salgamos a caminar. (Ambos salieron del hotel, El
artesano aún con su vaso en la mano derecha haciéndolo girar para que el hielo
de pequeños círculos en el líquido).
_ ¿Ve las ondas?
_ ¿Qué ondas?
_ Las que va produciendo el hielo en la ginebra.
_ Ah si… Allá donde estuvieron, yo bajé hace algún tiempo y
me caí, un ovni apareció de la nada y su luz, esa luz… solté la cuerda de
descenso, no se tal vez fue un descuido, un… no se, no recuerdo casi nada, caí
los últimos 10 o 15 metros,
tuvieron que operarme.
_ ¿Cuales fueron las heridas?
_ Me fracturé el brazo derecho, la pelvis y el cráneo.
_ ¿No llevaba casco?
_ No lo se, o se me salió, tal vez se rompió o tal vez no
me lo puse. Tuve una contusión grande, había quedado cuadripléjico, estuve muy
mal, ni siquiera podía hablar, estuve en coma no se cuanto tiempo.
_ Pero se lo ve muy bien.
_ Me operaron en el hospitalito del Sr Alfonso.
_ Ah…
_ Es “su” laboratorio, El Sr Alfonso es médico, cirujano…
neurocirujano.
_ Es raro que me cuente esto a mi…
_ ¿Por qué no habría de contárselo?
_ Es que usted es tan reservado.
_ Todavía me cuesta hablar.
Ambos caminaban cerca de los coches y el conserje miró
hacia la ventanita, El artesano hizo el mismo movimiento, Marta los miraba
desde la bañadera, entonces se levantó y dejó que ambos vieran su cuerpo
desnudo.
_ Mi mujer es muy hermosa.
_ Si, es muy hermosa, ha tenido suerte en eso.
_ Todos tenemos un día de suerte, usted tendrá también su
día de suerte.
El artesano entendió la indirecta, era evidente que conocía
lo sucedido la noche anterior, terminó la ginebra de un sorbo y dejó un hielo
que aún no se terminaba de derretir en su boca y lo masticó. Miró a Marta que
se enjabonaba provocadora y abría la ducha para que el agua corriera por su
cuerpo, bajó la vista…
_ Volvamos necesito dormir un poco.
Soledad se dio una ducha en el baño del tercer piso y se
recostó totalmente desnuda, estaba cansada pero no podía dormir, hacía calor,
prendió el ventilador de techo y miraba el giro de sus paletas, bajó
instintivamente su mano derecha y se cercioró que el bolso verde militar
estuviera allí bien cerca. Acarició sus pechos y recordó la noche anterior y
enseguida se empezó a quedar dormida.
Alfonso entró a su cuarto he hizo un par de llamadas al
hospitalito de Alta Gracia para que todo estuviera correcto, tal vez a la
tarde/noche irían a su laboratorio, Alfonso tampoco quería apurar al grupo ya que
la historia del universo databa de 14 mil millones de años pero la de él mismo
no duraría tanto tiempo mas.
El artesano entró a su habitación, no podía sacarse de la
cabeza todo lo sucedido en estas escasas 24 horas, el cuerpo de las dos mujeres
competía palmo a palmo con las cuevas y la aparición del ovni, Marta y Soledad
disparando con fusiles, ¿Quiénes eran en realidad estas dos mujeres?, luego el
hombre menudo y su historia de la caída y sus operaciones en el hospitalito del
Sr. Alfonso, él lo había asegurado, le había pagado cada uno de sus trabajos,
cada uno de sus viajes, él siempre había trabajado para fundaciones
generalmente sostenidas por gobiernos o universidades, ¿quien era este Sr. tan
místico, cirujano… que conocía tanto y tanto, sobre todo la vida de cada uno.
Con todos esos pensamientos se fue durmiendo y en algún momento indeterminado
las imágenes aparecieron en su mente, un cachorro, un perrito con la panza
rosada aún y algunas pulgas que aparecían como machitas negras que correteaban
y correteaban, el quería atraparlas con sus largas uñas y de hecho conseguía
hacerlo, luego quería partir a las pulgas por la mitad para asegurarse que
murieran y algunas saltaban de su mano a su propio cuerpo y esto lo fastidiaba,
era algo tan malo como el ataque del ovni, y volvía la imagen de las luces y
esa velocidad incalculable, lo molestaba EL NO SABER, entonces volvía a la
imagen del perrito panza arriba y él se ponía agresivo y se quería auto
controlar, tenía ganas de pegarle al perrito inofensivo y matar a todas las
pulgas… Se despertó transpirado, se sentía mal, recordaba todo ese sueño y por
un instante pensó que todo lo sucedido había sido solo un sueño pero enseguida
la piletita algo derruida en la habitación y… no se había percatado pero le habían
colocado una funda en la almohada, blanca, blanquísima, entonces se desvistió y
se dispuso a dormir un rato, prendió el ventilador de techo y el aire empezó a
renovarse. Cuando empezaba a conciliar el sueño escuchó un leve golpecito en la
puerta, se levantó y se cubrió con un toallón anudándoselo en la cintura. “Si…”
dijo, del otro lado “¿puedo pasar?”. Marta era insaciable y a él le costaría la
vida.
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