El artesano – capítulo 5
El artesano despertó con un leve zumbido
en su cabeza, las mujeres ya no estaban y el sol pegaba fuerte en la ventana,
no recordaba a que hora se había detenido la lluvia ni a que hora Marta había
decidido retirarse a dormir, miró la hora en su Samsung 5230: 07.00, tenía una
media hora para bañarse, cambiarse y desayunar, no haría escalismo sin nada en
el estómago, volvió a mirar su celular y se dijo para si mismo “Tres
Estrellas”… “lo que es en el cielo es en
la tierra” y volvió a pensar en ambas mujeres y no supo discernir entre el sueño,
el deseo y el sentido de su vida. Tomó un toallón blanco del hotel y salió al
pasillo con ropa liviana de loneta verde militar en sus manos y se dirigió al
baño compartido, aún le dolía la cabeza.
Marta había preparado todo el
equipo, evidentemente se había levantado muy temprano para eso y se la notaba
ágil y presta, tenía un físico privilegiado y las pocas horas de sueño no le
afectaban en lo más mínimo, cargaba mochilas y arneses en la caja de la Luv, un bolso verde con
mosquetones y aros 8 de rescate, un bolso naranja con sogas y otro rojo con
cordeles y cintas, guantes de cuero de carpincho y lentes oscuros tipo
antiparras, contó una y otra vez para que no faltase nada, ella no necesitaba
listas.
El conserje había preparado una
mesa especial con el típico mantel a cuadros debajo y uno muy blanco cuadrado
cruzado en posición de rombo arriba, todos bajaron a las 07.40 como lo habían
estipulado, café negro, tostadas con mermelada de durazno y un jugo algo
diluido de naranja esperaba por el equipo. El buenos días de cortesía,
desayunaron calladamente y marcharon hacia El Condor vía Mina Clavero y luego
por las Altas cumbres, en el camino Alfonso le fue explicando a grandes rasgos
con qué se encontrarían. Pasaron primero la ciudad y luego empezaron a trepar y
trepar, el paisaje era maravilloso, una autopista entre las cumbres mas altas
de Córdoba, a la izquierda la piedra movida a base de dinamita y a la derecha
los valles con riachos y ranchos de puesteros y corrales y cabras…Siguieron
subiendo hasta llegar a una encrucijada, una “y griega”, la autopista hacia la
derecha y el camino de ripio hacia la izquierda, en el centro un bar con un
cartel que decía con letras rojas “El Condor”, bajaron a estirar un poco las
piernas y Alfonso se dirigió al interior del bar.
_ Amigo ¿como está el camino para
bajar?
_ Bien, con cuidado por la lluvia
de anoche pero bien. (Alfonso pensó “bien para andar a lomo de burro”)
Alfonso volvió a la camioneta y
dijo escuetamente “vamos”, subieron y partieron hacia la izquierda, a los
puentes colgantes…
El descenso se hacía en primera y
segunda, era imposible poner una marcha más alta, Alfonso sabía que no debía
utilizar los frenos si quería realmente que éstos funcionaran cuando fuese
necesario, el camino era para un solo vehículo y si algún otro subiese deberían
buscar un lugar donde apartarse para dejarle lugar, esos sitios no abundaban. A
la derecha otra vez la piedra a la izquierda esta vez precipicios de unos 50 metros de profundidad,
las quebradas, en el fondo algún que otro auto destruido y oxidado de viejos
desbarrancamientos, en cada curva Alfonso tocaba bocina, era casi imposible que
alguien utilizara este viejo camino pero era evidente que Alfonso conocía bien
el lugar, un callejón hecho en base a destruir la montaña con explosivos y a la
salida un puente colgante de madera, había 5 en total, eran cortos y robustos y
El artesano imaginó que habían resistido tal vez una centuria, la Pampa de Achala estaba a 2200 metros sobre el
nivel del mar, Alfonso pasó el puente y giro levemente hacia la derecha, se
detuvo en una especie de mirador. “Aquí bajaremos, ataremos la cuerda de
descenso en la barandilla del puente”. Bajaron todo el equipo, se colocaron los
arneses de seguridad, ataron dos cuerdas y pasaron cada una por el ocho de rescate
que iba con un mosquetón al aro en el pecho del arnés, bajaría uno y luego dos,
el primero haría de seguro para el resto. Para la subida prepararon una
tirolesa. Primero bajó el artesano, colocó su cuerpo casi en posición
horizontal, con la mano izquierda se iba guiando por delante del ocho de
rescate y con la mano derecha por debajo de su cadera iba dando cuerda para el
descenso en rapel, rápidamente llegó a la hondonada, luego cogió la cuerda de
seguridad y bajó el resto del grupo, si alguno fallaba con solo tirar de la
cuerda era suficiente para detenerlo, solo se necesitaba que las cuerdas estén
en buen estado, la vida dependía de ellas y de nudos bien hechos, El artesano
pensó en que el conserje había sido el primero en bajar aquella vez del accidente.
Una vez abajo todo el equipo se
dispuso a caminar unos 20 minutos por la quebrada, Alfonso los llevó
directamente a una roca grande que dejaba solo un pequeño resquicio como para
pasar, “Aquí no viene nadie, ni el ejército conoce esto”. Pasaron uno a uno,
la cueva era un pasadizo que
debieron traspasar a hurtadillas, una inclinación de casi 30º, luego se hizo
mas ancho y alto, unos 20
metros mas y luego por otro hueco la cueva se hizo
enorme, el techo totalmente cubierto con mica, aún con el paso del tiempo se
notaba casi impecable, una mesa de piedra de un solo bloque de granito rojo y
varias toneladas de peso en el centro parecía mas bien un quirófano que una
mesa de sacrificio, mas allá agua muy pura, un pequeño pozo de agua fresca, un
“cenote” tal vez..
_ Aquí operaban. (Alfonso acababa
de decir lo que El artesano imaginaba), trepanaciones de cráneos, sacaban
tumores etc.
_ Miren el techo, son los restos
de las constelaciones, conocían la preseción de los equinoccios…
_ Una civilización demasiado avanzada
para esa fecha, miren las paredes y el techo no hay muestras de hollín, no
usaban antorchas, ¿como se iluminaban entonces? (el equipo tenía luces en sus
cascos y linternas a baterías).
_ Conocían la electricidad, el
electromagnetismo… (Alfonso dio el primer testimonio), yo les dejaré entrar a
mi laboratorio, ya me estoy haciendo viejo y estoy enfermo, necesito confiar en
alguien mas…
Arriba, en donde estaba la base
(la camioneta Luv) un Jeep modelo 62 se detuvo, Marta bajó totalmente vestida
con ropa militar verde caqui camuflada y un poderoso rifle de asalto en sus
manos.
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