El artesano (capítulo 1)
Había llegado al hotel hacía
escasa media hora, la habitación era pequeña y recordaba a esas de las
películas americanas de bajo presupuesto (policial negro dijo), la cama con sus
sábanas color “amarillentas”, una pequeña mesita color caoba y una piletita de
esmalte blanco casi tan percudido como las mismas sábanas, la canilla con el
cromado saltado dejaba entre ver el bronce de su alma, sobre la mesita un viejo
florero de porcelana algo cachado y unas viejas flores de papel hacían del todo
una postal de un cuadro de Van Gogh. Apoyó su maletín de cartón simil cuerina
en el piso al lado de su pié derecho y dejó caer un gran bolso al lado de su
pie izquierdo, detrás suyo el hombre menudo que hacía las veces de conserje
quiso decir algo pero prefirió callar y se quedó tan inmóvil como todo lo que
formaba parte de la habitación. Una pequeña ventana a la derecha de la cama
dejaba entrar el sol cálido de las 9 de la mañana, el artesano se dio vuelta y
le dijo “gracias”, el conserje asintió con la cabeza y se marchó por el pasillo
hacia una escalera por donde habían llegado. Habitación 33, tercer piso
habitación 3, lo supo inmediatamente, todo lo que acontecía a su alrededor era
una cuestión matemática fácil, para él, de resolver. Se sentó en la cama, saltó
un poco para probar el colchón y el elástico y luego se recostó vestido como
estaba, aflojó la corbata de su cuello y pensó que se le arrugaría la camisa
blanca que resaltaba sobre el amarillento de la sábana, le dio asco la
almohada, se levantó, se sacó la ropa, puso gancho en la puerta de acceso (esa
cadenita y corredera que hacía las de seguro) y sacó una pequeña toalla del
bolso y la colocó como funda, ya lavaría en la noche algunas cosas para
sentirse más cómodo. Él era pulcro y volvió a acostarse mirando el cielorraso, pasaron
rápidamente los últimos acontecimientos, extrañó, aspiró, expiró, suspiró y programó
algunas cosas más en su mente: debía bañarse… Estaba solo y esa soledad lo
agobiaba, tenía un par de horas antes de encontrarse con ese alguien que no
conocía, Taninga era solo un par de casas y el hotel de tres pisos, era el
acceso a los túneles que estaban mas adelante por un viejo y ancho camino de
ripio a unos 45
kilómetros, desde allí, a esa altura, se podía apreciar
todo el valle de La Rioja,
era casi imposible no encontrarlo, había hablado con él unas horas atrás antes
de partir desde Carlos Paz y enseguida imaginó toda la cadena de conexiones
hasta dar con ese número de teléfono móvil, un número que podía otorgarle lo
que había buscado por tantos y tantos años, como siempre la suerte había sido
importante, él no creía en la suerte, sabía a ciencia cierta que todo lo que
pasaba en la vida eran eventos que dependían de una gran sumatoria de factores
con mayor o menor incidencia unos de otros, por ejemplo en una suma cuyo
resultado fuese 10 un factor 5 era importante y hasta un 2 y también un 1 pero
uno de 0.05 no modificaría en casi nada el resultado final, aunque por 0.05
segundos un nadador podía perder una competencia, así que todo era relativo y
él era un excelente nadador.
Durmió unas horas y se despertó
con un hambre voraz, miró la hora en su teléfono y eran las 11.30, nunca usaba
reloj, pensaba que los relojes eran pequeñas cárceles y uno moría lentamente a
la frecuencia de oscilación del cuarzo, debía bañarse, así que abrió el enorme
bolso y sacó alguna ropa liviana y otra toalla algo mas grande que la utilizada
como funda, se vistió y salió al pasillo, cerca de la escalera estaba el único
baño del tercer piso, entró, echó cerrojo y abrió el grifo derecho, el agua
salió a borbotones e hirviendo… controló la temperatura abriendo el otro grifo,
se sacó la ropa y se bañó sin demasiado apuro, él disfrutaba de estas pequeñas
cosas, por lo visto el baño estaba mucho mas limpio que las habitaciones… Se
secó cuidadosamente, pasó la toalla una y otra vez por cada pliegue de su
cuerpo, secó el piso con un trapo de piso y secador que estaban prudentemente
colocados a la vista del que utilizara el servicio, se cambió y se sintió
fresco, bajó lentamente por las escaleras hasta la planta baja, allí existía
una especie de “estar - comedor” con 9 mesitas con manteles a cuadros verdes y
blancos, había platos dados vuelta, una canastita con algunos panes y una copa
grande también boca abajo, algunas moscas revoloteaban muy a pesar del fuerte
olor a desinfectante. Miró las moscas y las contó, una por una, siguió sus
vuelos y pudo determinar el patrón de cada una de ellas, todas respondían a un
circuito caótico pero con el tiempo suficiente esto se convertía en un plan
determinado por la alimentación del insecto. Eligió una mesa del fondo cuya
panera estaba tapada por un repasador esta vez bien blanco donde las moscas no
se percataran de la existencia de los panes a pesar que evidenciaban sus formas en la tela, entonces la vio, ella
estaba sola, una botellita de coca cola con un sorbete y un plato que albergaba
un sandwich de miga cortado en diagonal
transformándolo en 2, la mujer lo miró y enseguida bajó sus ojos, por el
contrario él mantuvo firme la vista en ella, tenía el cabello color chocolate y
sus ojos eran del mismo tono, joven y delgada, a pesar de estar sentada sabía
que su cuerpo era bello, tenía una camisa a cuadros de tela muy fina en tonos
rojos y blancos y algunas líneas grises como si fuesen paralelos y meridianos
en un mundo de corteza blanca rosada siguiendo su relieve, y un pantalón
vaquero celeste muy desteñido que supuso muy ajustado, la tela de loneta tenía
cortes a la altura de sus muslos que se asomaban suaves y tiernos por entre el
deshilachado. Se aproximó y la saludo con deferencia y se sentó en la mesa de
al lado, la mujer le sonrió y volvió a bajar la vista. Era evidente que no
muchas personas ocuparían habitaciones en ese hotel, Taninga no llegaba a ser
un poblado pero estaba ubicado en un punto estratégico formando una estrella
entre Cruz del eje, Carlos Paz y Mina Clavero así que muchos viajeros paraban a
tomar algo fresco o tal vez a desayunar, según la hora, antes de seguir el
viaje. El paso a través de Los Gigantes era realmente cansador y poca gente
utilizaba ese trayecto, eran sierras muy altas y atesoraban en sus entrañas
uranio, más adelante, pasando ya Taninga, yendo hacia los túneles existían
viejas minas de mica explotadas por los indios, sus habitantes primogénitos en
la antigüedad, y abandonadas desde siempre.
El hombre menudo dejó de limpiar
unos vasos de grueso vidrio y salió del mostrador/barra, se aproximó y lo
volvió a saludar, él le pidió lo mismo que consumía la mujer que estaba en la
mesa a su izquierda y ella le sonrió nuevamente, él tomó nota de ese
“movimiento” y lo utilizó como forma de “romper el hielo”.
_ ¿Jamón crudo?
_ Y queso de cabra…
_ Qué lugar este, ¿no?
_ Solitario, muy solitario.
_ ¿Conoce El Condor?
_ Si, aún es más pequeño que
esto.
_ ¿Está de vacaciones?
_ No solo vengo por trabajo…
_ Ah, disculpe si la distraigo,
me llamo Rubén.
_ Soledad. (y la mujer estiró su
brazo ofreciéndole su mano derecha haciendo un puente entre mesa y mesa)
_ ¿Se aloja aquí mismo o solo
está de paso? (y estiró su propio brazo repitiendo el movimiento de la mujer
para saludarla estrechándole la mano).
_ Habitación 31.
_ Ah, pegada a la escalera, un
buen lugar, dicen que hay que dormir con la cabeza orientada hacia el norte,
hacia Cruz del Eje.
_ Si es cierto, no lo había
pensado. Y usted ¿viene por algún motivo?.
_ Si, todos tenemos un motivo… la
motif.
_ ¿Trabajo?
_ Si, seguramente que si, en
realidad estoy buscando algo desde hace demasiado tiempo.
_ ¿El motivo o la razón?
_ ¿Ah habla francés?
_ No mucho mas de lo que aprendí
en la escuela secundaria.
_ Bueno supuso una diferencia en
“la motif”…
_ Si, no es lo mismo un motivo
que una razón.
_ Es que la razón es parte de mi
trabajo.
_ ¿Qué es lo que hace usted?.
_ Restauraciones…
_ ¿De cuadros?.
_ De lo que sea. ¿Y usted a qué
se dedica?
_ Soy fotógrafa profesional (y
enseguida señaló al suelo ubicando un bolso verde militar donde se suponía
había equipos para su trabajo). Trabajo para distintas revistas nacionales e
internacionales.
El hombre menudo le trajo su
bebida y su sándwich y el artesano enseguida se dispuso a comer una mitad.
_ ¿Le agrego todo a su cuenta?
_ Si, por favor.
_ Dicen que va a llover, si
programaron algo tengan cuidado con sus vehículos, los caminos por las sierras
no son los mejores para andar con lluvia fuerte.
Enseguida entró al hotel un
hombre algo robusto, con bigotes a lo mexicano…
_Uf se viene tormenta.
Se aproximó a la mesa y se
presentó.
_ Soy el sr. Alfonso.
El artesano y la mujer enseguida
se pusieron de pie como para saludarlo y ambos se dieron cuenta al instante que
el sr Alfonso los había citado por separado.
_ ¿Sr Alfonso se queda a pasar la
noche entonces? (el hombre menudo tendría por fin trabajo).
_ Si seguro que si, tengo
muchísimo trabajo que hacer.
Tomó una silla y la dio vuelta
con el respaldo por delante y se sentó en una posición cercana y neutral a
ambas mesas, ahora la reunión era de tres.
_ Bueno mis amigos estamos aquí
por intermedio de mucha gente que no debemos nombrar bajo ningún motivo, ambos
fueron elegidos después de una larga búsqueda, solo muy pocos conocen lo que
tengo que mostrarles y confío en su total hermetismo, he leído todo y
absolutamente todo lo que atañe a ustedes dos: ambos expertos en física
cuántica…
(Los dos se miraron de una manera
incómoda, sabían que en cierta forma se habían mentido).
Alfonso aprovechó la situación y
enseguida tomó uno de los sándwiches del artesano y se lo comió de dos bocados.
_ Vamos a mi camioneta, no
perdamos más tiempo, tenemos 25 kilómetros hasta la gruta y no quiero que
nos agarre la lluvia en el camino.
Enseguida el artesano tomó lo que
quedaba de la otra mitad del sandwich y se lo fue comiendo en el trayecto a la
salida del hotel, la mujer lo adelantaba y su cuerpo era hermoso, sus nalgas
firmes y redondas se escapaban en parte por otros tajos bien elegidos en la
tela de jean. Una Chrevrolet Luv doble cabina esperaba afuera, subieron todos
adelante y marcharon camino al oeste, a los túneles…
Habían transcurrido unos 15
minutos, el campo no tenía alambre y se cruzaban todo tipo de animales, Alfonso
disminuyó la marcha y dobló hacia el interior del campo, unos doscientos metros
adentro había un bochón que brillaba: Mica.
_ Esta es una de las tantas minas
ya abandonadas. (paró al lado del bochón y bajaron)
El bochón era en realidad una
lomada algo elevada y subieron por una especie de caminito hasta unas piedras
algo más grandes que dejaban entre ver un orificio de no mas de medio metro de
diámetro.
_ Se van a raspar y ensuciar pero
vale la pena.
Alfonso y el artesano pasaban de
casualidad, primero pasó los pies Alfonso y luego todo el cuerpo, poco a poco
pasaron todos. Era una gruta, algo desmoronada, se notaba que había gente que
la había utilizado incluso de baño público. Los tres miraron el techo y la gran
cantidad de restos de mica que en él aún persistían después de miles de años de
antigüedad.
_ Esto lo vi en México… (dijo
Alfonso)
_ ¿Mayas? ¿en Córdoba?. (dijo el
artesano)
Soledad no podía decir una
palabra, sabía que ese techo había sido realizado por una sola y específica
razón: como aislación termo magnética.
_ ¿No es natural? (y enseguida se
pusieron los tres a evaluar el techo)
_ No, no es natural, ¿con qué la
pegaron?... creo que sabían acerca de los rayos cósmicos, la utilizaron como
protección.
_ Si se protegían de ondas
electromagnéticas se protegían de radiación. ¿Eran atacados?
_
Si colocaron la mica en el techo es porque los atacaban desde el aire, o
al menos desde un lugar superior a ellos.
_ Aún no vieron nada amigos, no
los traje para que vieran un cielorraso. (Alfonso subía la apuesta). Ahora
están adentro.
El artesano y Soledad se miraron
confundidos, las palabras de Alfonso transmitían algún peligro intrínseco.
El artesano (capítulo 2)
Salieron uno a uno, primero El
artesano, luego soledad y finalmente Alfonso, las nubes cubrían ya gran parte
del cielo y hacia el oeste se divisaba negro iluminado por algunos relámpagos
entre azules y violetas, luego de un instante llegaba el ruido de los truenos.
Subieron a la camioneta y empezaba a chispear, Alfonso enseguida dio marcha
atrás, hizo un giro algo brusco y retomó el camino de ripio a la inversa
dirección a Taninga a una velocidad desmesurada aunque el camino estaba
bastante bien alisado. Llegaron al hotel y Alfonso sin detenerse y como si
hubiese repetido mil veces la maniobra estacionó la Luv en la parte posterior del
edificio debajo de una especie de glorieta con un espeso techo formado por una
enredadera con flores rosas, más allá estaban los coches de El artesano y de
Soledad, un Renault 11 turbo y un Citroën C4 respectivamente.
_Por si las piedras (dijo).
(bajaron todos) El artesano sacó de su bolsillo una navaja Victorinox y extrajo de un orificio una especie de
mondadientes de plástico color marfil y se puso a acicalar la tierra acumulada
debajo de sus uñas.
_ ¿Sabían?
(dijo soledad mirando a El artesano en su higiene muy personalizada) ¿que los
arqueólogos entierran tantos tesoros como los que desentierran?.
_
Anomalías…anomalías. (dijo El artesano)
_ Bueno
amigos basta de cháchara (Alfonso era campechano y catamarqueño).
Caían las
primeras gotas fuertes y todos entraron al hotel, se sentaron en una mesa y
enseguida Alfonso arrimó otra y la puso a la par.
_ Bueno,
¿qué me dicen?.
_ Es poco
material como para sacar conclusiones, deberíamos tomar algunas fotos y …
_ Nada de
fotos…
_ Cual es
el peligro. (dijo El artesano)
Alfonso
se dio vuelta y le dijo al conserje “Tres cafés amigo”. El conserje se puso
presto a prepararlos como si Alfonso fuese su jefe o el dueño de todo: hotel,
sierras, campo.
_ ¿Pero
yo digo una cosa, aquí no vive nadie?
_ Si
algunas familias pero casi todos se fueron marchando o a Alta Gracia o a Mina
Clavero y hasta incluso Carlos Paz.
_ ¿Cual
es el peligro? (le dijo soledad acomodando el bolso tipo militar bien cerca de
su pie y al alcance de su mano diestra).
_ Esta
gente jamás se fue.
_
¿Quienes?
_ Los
Dioses. (dijo Alfonso y todos se miraron con distintas inquietudes).
El
conserje trajo los tres cafés humeantes, se notaban que estaban hirviendo,
apoyó uno a uno delante de cada uno de los tres y luego dijo amablemente “¿azúcar
o edulcorante?” como si lo que acababa de oír fuese lo mas natural del mundo.
_ El
azúcar es un veneno. (Dijo El artesano)
_ Pues entonces yo prefiero
envenenarme.
_ Deje de los dos buen hombre. (y
el conserje dejó un azucarero de vidrio con tapa de acero con una pequeña
abertura con una tapita vaivén y unos sobres con edulcorante Hileret.
_ ¿Los Dioses? (dijo soledad),
¿de qué carajo me está hablando?, no me va a decir que…
_ Los Dioses, ellos jamás se
marcharon, por eso ustedes están aquí, ambos conocen muchísimo, usted Soledad
es egresada de la facultad de La
Plata, ha realizado decenas de cursos y se que ha
investigado, fotógrafa profesional, recuerdo el caso en Santa Fe, no, no, fue
en Entre Ríos, el caso del ganado que aparecía muerto sin sus víceras… ¿El
chupacabras?.
_ Fue en ambos sitios (agregó El
artesano dando por sentado que conocía todos esos casos).
_ Bueno si, estuve investigando
todo eso.
_ También estuvo en Egipto y en
México.
_ También en Perú, Guatemala…
(dijo El artesano), creo que todos sabemos de todo esto y sin embargo no
sabemos nada.
_ Cada viaje que hicieron, cada
rincón que investigaron, cada organización que les dio trabajo… fueron por mi
pagados todos sus sueldos y sus gastos. Hace más de 10 años que yo los formo y
los mantengo.
_ Entonces se supone poderoso,
digo, de dinero, no se. (dijo Soledad).
_ Si, lo soy y los necesito, hace
muchísimo tiempo que quiero “terminar” con esto. Estoy algo enfermo, ellos me
enfermaron, la radiación nunca es buena para el cuerpo.
_ ¿Los ha visto entonces? (dijo El
artesano)
_ Uno nunca sabe bien lo que ve,
no se sabe si es un sueño o demasiada imaginación pero dejaron sus marcas en mi
campo y supongo que también en mi cuerpo y mostró una fea y vieja quemadura en
parte de su mano y antebrazo izquierdo.
_ Yo necesito algo más fuerte. (El artesano se
levantó y se fue a buscar una ginebra con dos hielos).
_ ¿Quienes son los Dioses?
_ Para eso los contraté mi niña…
para eso: determinar y determinaciones.
El artesano volvió agitando
levemente el vaso ancho y chato en su mano derecha batiendo el líquido
cristalino con dos cubos de hielo para transferir la temperatura de uno en el
otro.
_ Pensar que todo es lo mismo,
este vaso por ejemplo, está formado por sílice y oxígeno y los electrones de
sus átomos le dan esta característica tan particular, la transparencia.
_ La química es solo una cuestión
matemática (dijo Soledad),
_ Absolutamente matemática.
Debemos pensar: ¿qué vimos hoy?, una gruta antiquísima, tal vez de unos 1400
años de antigüedad, no se, el techo coronado con mica, un adorno tal vez, un
lugar donde hacer reuniones o rituales funerarios… o una protección termo
magnética. No poseemos demasiados conocimientos, obviamente nadie de nosotros
estuvo allí, no hay un manual que nos diga que hacían con este tipo de cosas,
tenemos indicios, hay muchos indicios.
_ También hay manuales (dijo
Alfonso), los vimanas, existen manuales en sánscrito que indican para que
servían y como se piloteaban.
_ Supuestas batallas aéreas,
estos dioses no eran ningunos santitos…jaja (todos rieron a la vez).
_ Supongamos que exista alguna
“entidad” extra terrestre, nosotros mismos hemos enviado sondas a otros
planetas, pusimos al hombre en la luna pero nuestros límites naturales hacen
que solo podamos en algún tiempo poner solo robots en la superficie de planetas
de naturaleza agresiva. Yo creo que si existiese una civilización que pudo
llegar hasta la tierra esa civilización debe estar mucho más avanzada que la
nuestra y no creo que viniesen en persona sino que seguramente lo harían con
robots como nosotros lo hacemos.
_
Mire mi amigo, el universo está lleno de vida (Soledad y El artesano se
miraron), encontramos bacterias en la luna y en Marte, sabemos que aquí mismo
en nuestra tierra viven bacterias en las mas extremas condiciones, solo se
necesita agua y como ustedes bien saben un gran porcentaje del agua terrestre
vino en forma de hielo y de humedad en los cometas y en los asteroides que nos
golpearon hace millones y millones de años.
_ Deberíamos releer la Biblia, el génesis.
_ El Edén estaba en la
mesopotamia, entre los ríos Tigris y Éufrates. Adamo, ya conocen esa historia.
(Alfonso se refería a la historia descripta en las tablillas sumerias traducidas
por Zecharia Sitchin).
_ Yendo mucho mas allá también hay que considerar los resultados del
experimento Miller. (El artesano se refería al químico nobel Stanley L. Miller)
_ Exactamente, la vida puede comenzar forzosamente
por procesos químicos de materia inorgánica y luego millones y millones de años
de evolución y de selección natural del más apto, pero yo nunca vi a un
elefante levantar una casa o manejar un auto o una pc. De alguna forma fuimos
mejorados, un salto de calidad.
_ ¿Y
después se les fue de la mano el experimento?... jajaja (volvieron todos a
reír)
_ Ey
(Alfonso al conserje que aún persistía en limpiar los gruesos vasos de vidrio,
una y otra vez les pasaba un trapo muy blanco por dentro y por fuera y los
acomodaba en una repisa de vidrio que atesoraba viejas y nuevas bebidas
alcohólicas en su mayoría aperitivos) ¿y “tú marta”?.
El
conserje sonrió con ese tipo de sonrisa poco demostrativa, notaba ser un
personaje serio, al menos de pocas palabras pero si amable y servicial, típico
de una persona humilde pero educada, autodidacta de la naturaleza.
_ Está
al llegar (dijo secamente el hombre menudo devenido en conserje).
El
artesano supuso que Marta sería la mujer del conserje y Soledad pensaba en el
hambre que le daba este aire fresco de la tormenta en tras las sierras y que
esta noche rompería toda dieta auto impuesta, el olorcito a hierbas naturales
como la peperina entraba por la rendijas de puertas y ventanas. Afuera la
lluvia se hacía más y mas torrencial, en los valles seguramente esperarían que
el agua no desborde los ríos.
Pasaron
unos 15 minutos y la charla derivaba desde la comida, al clima y volvía a la
química y a la arqueología, un espeso caldo de conocimientos, enunciados y
hasta religiones. Una luz brilló por todas las ventanas y seguidamente, según
esa diferencia de velocidades entre la luz y el sonido, un estruendo fuerte
aturdió a todos en el preciso momento que se abría la puerta del hotel y
entraba una mujer de unos 40 años ataviada con un sombrero de cuero con ala,
vestida con un jean celeste desteñido y una camisa verde militar y botas tipo
borceguíes marrones haciendo juego con el sombrero, estaba mojada y sostenía
una caja entre sus fuertes brazos, era rubia y de suaves pecas y ojos azules
cristalinos, típica gringa suizo alemana. Nadie había oído llegar al viejo jeep
ika modelo 62. El hombre menudo salió rápidamente de la barra y sin mediar
palabra alguna le sostuvo la caja con comestibles que traía Marta y la llevó
nuevamente a “su bunker” detrás del mostrador, Marta lo siguió como si no
existiese otra persona en el hotel. Alfonso giró y le dijo “Ey Marta, ¿que nos
cocinarás esta noche?, mis invitados mueren por un cabrito a la estaca”.
Ahora El
artesano comprendía el porqué del viejo hogar en forma de semicírculo que estaba
sobre el fondo del estar-comedor. Marta se dio vuelta y le guiñó el ojo en
señal de aprobación. Marta era muy bella y Soledad se sintió algo avasallada o
invadida, en cierta forma en competencia. El artesano miró a Marta y luego a
Soledad, “esto es el edén”, lo pensó y sonrió por dentro, ni una sola mueca se
reflejó en su rostro aunque sus ojos marrones manifestaron un brillo que antes
no tenían.
El artesano – capítulo 3
El artesano pidió disculpas y se
levantó de la mesa, se dirigió hasta el fogón atraído por esos hierros en forma
de doble cruz con unas cadenitas con ganchos en sus extremos que supuso colgarían
de allí la pieza a cocinar, en total eran 5 y le llamó poderosamente la
atención que no fuesen 6, muy a pesar de la ciencia él seguía siendo un ser
humano con sus creencias y supersticiones, creía en que la particularidad de
las cosas derivaban del número 3 y que en sus múltiplos se encontraba la receta
del todo. Algunos de los hierros, 3, se encontraban ya oxidados por su falta de
uso pero 2 aún mantenían el aceite negro de la grasa animal derretida y abrasada,
él pensó enseguida en la vera cruz, la cruz verdadera y en aquellos caballeros
templarios que la habían hecho símbolo y la veneraban, y otra vez la Trilogía del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo, y pensó en Sophía, Isis o María Magdalena, “Non
Nobis, Domine, non Nobis, Sed Nomini tuo Da Gloriam”, Santa, Diosa o
simplemente la mujer de Jesús El Cristo… la sabiduría. Marta apareció por
detrás con unos diarios viejos, lo miró de soslayo y se dispuso a limpiar una
de las cruces negras aceitadas, lo volvió a mirar entonces El artesano se
acercó a una pila de leña y tomó un pedazo de madera, lo levantó, lo llevó
delante de sus ojos, lo giró, lo olfateó y simplemente sacó de su bolsillo la
navaja vitorinox y comenzó a tallarla.
_ Quebracho blanco (escuetamente le dijo Marta).
_ Una buena madera para tallar.
_ Espero que el motivo valga la pena.
_ Veremos lo que surge.
_ Surgirá algo bueno, no lo dudo, usted tiene buenas manos. ¿Es
artista?
_ Todos lo somos, el arte nos diferencia de nuestros ancestros.
_ Ah! es científico entonces.
_ No, prefiero mejor el arte, la ciencia me aleja de la fe y el arte me
acerca a mi mismo.
_ Eso es muy lindo.
_ Usted también lo es.
_ Ah. (Marta no quiso agregar nada al detalle, no quería que la charla
fuese hacia ese sentido de donde no se puede volver atrás).
El artesano mientras hablaba seguía tallando-
_ ¿Es un pájaro?, es usted muy habilidoso.
_ En realidad lo he tallado muchísimas veces, algo similar fue encontrado
en Perú, de la civilización precolombina, todos modelos realizados en oro
macizo, y también en Egipto, en una tumba en la necrópolis de Saqqara, decía en
la pieza original “pa_dimen” que significa “regalo de Amón”… fueron confundidos
con insectos y con pájaros pero eran aviones, ningún insecto tiene las alas por
debajo de lo que sería el fuselaje y tampoco un pájaro necesita el timón de
cola para volar, dicen que en la tumba se encontró una inscripción que decía
“quiero volar”.
_ Eso es increíble.
_ Y maravilloso…
_ Su sabiduría es maravillosa. (Marta acababa de entrar en ese terreno
que antes había querido esquivar). _ ¿Me disculpa?… (se puso a apilar leña
alrededor de un bollo de diarios que dejó en el centro del hogar, sacó un
“carusita” de su bolsillo y encendió el fuego.
_ Solo hay que esperar un rato, de 20 a 25 minutos para que la leña esté
totalmente encendida, no quiero que se me contaminen con monóxido de carbono.
_ Es usted una excelente cocinera y por lo visto conoce de química.
_ No, solo conozco de asados y asadores. De cualquier manera el chivito
se hace a la llama.
_ Yo también soy un buen cocinero.
_ No lo dudo, se nota que usted conoce de muchas cosas. ¿Y la señorita?
(Marta miró a soledad que seguía con Alfonso en las dos mesas conjuntas).
_ No la conozco, parece ser que estamos en el mismo proyecto. ¿Es su
marido? (El artesano señaló disimuladamente con un movimiento imperceptible de
su cabeza y de sus ojos al conserje).
_ Si, estamos juntos desde hace muchos años. Desde su accidente.
_ ¿Qué le ocurrió?, disculpe, no quise…
_ Está bien, no hay problema, eso pasó hace mucho tiempo atrás, no se
moleste.
_ Es que quiero que me comprenda, no quise molestarla, fui muy atrevido
o curioso o ambas cosas…
_ Ohh, deje ya de culparse (Marta con autoridad y El artesano se sintió
diminuto), él tuvo un accidente en El Condor, en una de esas quebradas
profundas, estaban practicando con Alfonso y se aflojó su soga, en realidad se
equivocó él mismo y cayó golpeándose con la ladera, lo tuvieron que operar de
la cabeza, tuvo algunas heridas bastante complicadas.
_ Nosotros iremos a El Condor y bajaremos en rapel.
_ Es peligroso pero mi marido se equivocó, no fue culpa de Alfonso, él
es un experto.
_ Nosotros también lo somos.
_ Espero que esta vez encuentren lo que buscan.
_ ¿Usted sabe lo que buscamos?.
_ “La motif”
_ ¿Como pudo saber eso?.
_ ¿Qué cosa?
_ “La motif” es algo que suelo decir…
_ No lo se, solo se me ocurrió, tal vez lo escuché en otro lado. Voy a
buscar el chivito, ya puedo engancharlo a la espada.
El artesano quedó sorprendido, supo que Marta poseía un sentido muy
especial, muy fino que no mucha gente posee pero eso no era lo que mas le
preocupaba.
Marta volvió con un chivito abierto a la mitad y con mucha destreza
enseguida lo enganchó en la doble cruz, arrimó las brazas para que las lenguas
de fuego lo cocinen sin llegar a quemar la carne.
_ Listo.
_ Listo. (ambos dijeron lo mismo al unísono y rieron, Marta terminaba
de colocar el chivito a las brazas y el artesano acababa de terminar la talla
en madera).
_ Oh! que bueno (Marta quedó admirada por la réplica del pájaro-avión
en madera).
_ No es gran cosa, lo era 2000 años antes de Cristo.
_ De cualquier forma es maravilloso.
_ ¿Qué es tan maravilloso? (Soledad se acercó con dos balones de
cerveza bien fría y le ofreció uno a cada uno). Oh! El avión de Saqqara… es una
réplica hermosa.
_ No se bien de lo que hablan pero realmente es una talla fabulosa y la
hizo mientras hablábamos.
_ Me parece que ustedes dos hablan demasiado… (Soledad lo dijo entre
celosa y provocadora, se notó demasiado que las palabras se le escapaban de la
boca).
_ No se haga problemas señorita, yo estoy casada.
_ Por qué no charlamos de política o de religión. (El artesano lo dijo
en esa forma del mal menor, sabía perfectamente que no debía inmiscuirse en una
discusión ente mujeres).
_ Espero que ninguno se vaya de boca aunque Marta es de extrema
confianza (se arrimó Alfonso al fogón con otros dos balones de cerveza, esta
vez le ofreció uno a Soledad y el otro se lo quedó el mismo), mañana nos espera
un largo día así que muy a pesar del chivito y de la cerveza mañana los espero
en condiciones óptimas.
_ Yo no puedo garantizar nada. (Afirmó el artesano y le ofreció la
talla en madera a Marta, Soledad frunció el ceño y Alfonso ni se inmutó,
conocía demasiado bien las habilidades de cada uno inclusive las del conserje
que miraba todo desde su barra).
_ Pongan en hora sus relojes, a las 12 estaremos durmiendo y a las 8
estaremos en marcha rumbo a El Condor. Marta preparará todo el equipo
necesario. Espero que recuerden como se hace un nudo 8. No quiero mas
accidentes… (su mirada fue directo al conserje).
_ No habrá accidentes, de aquí nos iremos como vinimos.
_ Yo quiero resultados.
_ Los tendrá (afirmó El artesano).
Todos fueron a la mesa menos Marta que se quedó agregando leña y
moviendo las brazas con un tizón largo y bien robusto. El artesano la miró
trabajar y sabía que ella podía conocer lo que pensaba cada uno de los tres,
miró su cuerpo y la deseo. Soledad percibía esa atracción y estaba dispuesta a
pelear por el único hombre disponible, hacía 70000 años los humanos estuvieron
a punto de desaparecer, un volcán había puesto en riesgo la continuidad de la
raza y sin embargo la vida inteligente pudo seguir adelante, ella se consideraba
muy inteligente y tenía armas con qué combatir, estiró su mano derecha y
acomodó el bolso verde militar que no dejaba ni a sol ni a sombra.
El
artesano – capítulo 4
Alfonso
miró al conserje y levantó su mano derecha y casi como un autómata el hombre
menudo enseguida se dio vuelta y eligió un vino tinto fino, un Trumpeter
cabernet sauvignon, El artesano siguió con la mirada todos esos movimientos, el
conserje cogió un balde de acero inoxidable y de un freezer sacó una cucharada
grande de hielo, lo colocó en el balde y enseguida introdujo la botella
girándola para que el hielo le hiciese lugar y quedara “clavada” en un ángulo
que El artesano consideró de unos 65º. El conserje colocó todo en una bandeja
también de acero inoxidable pero mucho más opaco que el del balde, se notaba un
uso muy prolongado de la misma. Llevó todo a la mesa, tomó la botella, la sacó
del balde, la envolvió con una servilleta amplia de tela de algodón muy blanca
y la descorchó con destreza, sirvió un poco de vino en la copa de Alfonso y
éste la levantó, la llevó hasta delante de sus ojos, la bajó levemente y la
giró, miró el color y textura del vino, lo olfateó y le dio un pequeño sorbo,
hizo un buche como para que el sabor llegue a todas las papilas gustativas y
muy contrario a lo que haría un catador se lo tomó. Todos tuvieron que escuchar
una larga perorata acerca de la historia del vino sobre todo acerca de un vino
patero que se hacía en Colonia Caroya, un vino muy espeso que con una sola copa
”te empedaba”. Marta desde el fogón controlaba el chivito que ya emitía sus
“colores muy aromáticos” y El artesano tampoco perdía esos movimientos,
Marta tenía unas caderas anchas y combinaban a la perfección con su cuerpo tan
fuerte como voluptuoso, se la notaba una gringa “poderosa”, “mucha mujer” se
dijo para si mismo y enseguida volvió la mirada hacia Alfonso que seguía
hablando de las bondades del vino de Mendoza para seguir con los otros mas
dulces y blancos de los Parrales de Chilecito de La Rioja y así iba paseando por
todas las provincias del oeste de Argentina. Soledad escuchaba pero su
preocupación seguía en otra parte, tenía un mal presentimiento hasta un punto
tal en que decidió poner fin a la charla vitivinícola y dijo:
_
¿Quienes son “estos” Dioses?.
_ Sh!
(Alfonso la detuvo), no se apure señorita, disfrutemos… (“mientras puedan”
pensó Marta).
_ Si
fuésemos personas que nunca salimos más allá de nuestras tierras, digamos que
nunca conocimos mucho más allá de nuestro propio conocimiento, que no podemos
entender algunos fenómenos determinantes como el nacimiento o la muerte o
simplemente la lluvia, el fuego, el día y la noche y hasta las enfermedades o
cualquier cosa que no pudiésemos controlar, seguramente deberíamos delegar todo
ese entendimiento a un poder superior, es natural eso, y si un día apareciese
en una especie de barco o nave cualquiera una persona “iluminada” con todos
estos conocimientos, sin lugar a dudas ESE sería un Dios.
_
Conocimiento y Sabiduría (agregó soledad al discurso de El artesano).
_
Todos los Dioses trajeron conocimientos y sabiduría. Dejaron SU legado donde
fueron.
_ Y
qué opinan de Jesús entonces (dijo Alfonso desafiante).
_ ¿Un
extra terrestre?, ¿El hijo de Dios hecho hombre?.
_
Entonces concluimos que Dios, cualquier Dios es extra terrestre.
_
Todos, bueno digo, los tres, sabemos que extra terrestre es una palabra un poco
amplia, en realidad la propia Tierra está constituida por gran cantidad de
elementos que no “nacieron” en la
Tierra, todo es UNIVERSAL, la vida por ejemplo, no nació en la Tierra, evolucionó aquí
porque las condiciones así lo estipularon, somos la consecuencia de una gran
sumatoria de factores. (Alfonso estaba muy cerca del pensamiento de El artesano
y Soledad asentía con su movimiento de cabeza y ojos).
_
Señores y… señorita, el cabrito está listo, ¿lo sirvo?.
_ Pues
traiga entonces mas vino, esta noche es la primer noche y hay que festejar…
(Alfonso levantó la copa y miró que todos tuvieran vino en las suyas). ¡Por la
ciencia!, y que ustedes hagan un buen trabajo. (Y seguidamente Alfonso vació la
copa de un buen sorbo).
_
Jesús era un hombre magnífico, un sabio y estaba preparado para eso… El
artesano, levantó la copa nuevamente y dijo: "Tomad y bebed todos de él,
porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna que
será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los
pecados. Haced esto en conmemoración mía".
_
Amen… (Marta traía una bandeja enorme con el chivito en un solo cuerpo).
_
Sentaos a mi mesa, comed y bebed, ahora todos somos hermanos. (Alfonso invitaba
a Marta y al conserje quien enseguida trajo dos platos y dos vasos y cubiertos
para él y su mujer).
_ Por
la vida y por la historia (Soledad repitió un nuevo brindis).
_ Por
el amor. (Marta fue un poco mas allá).
_
Porque esta noche sea el comienzo del trabajo nunca concluido (dijo el conserje
con un tono de culpabilidad).
_
Salud (terminó El artesano).
Comieron
y bebieron casi sin límites y terminaron todos borrachos, se hicieron las 12 de
la noche y Alfonso se levantó de la mesa y dio una última orden: “se acabó la
fiesta, todos a dormir”, y cada uno partió a su habitación estipulada, Marta y
el conserje tenían una habitación en la planta baja, Alfonso dormía en la 103
del primer piso y Soledad y El artesano en el tercer piso habitación 1 y 3
respectivamente. El hombre menudo dejó la mesa tal cual estaba, mañana
limpiaría, cerró con doble llave la puerta principal del hotel y casi rozando
las paredes se fue directamente a dormir.
El
artesano subió las escaleras de a dos escalones y entró a su habitación dejando
un “buenas noches” en el aire, entró a su habitación y cerró la puerta sin
llave (quien robaría allí en Taninga si no había prácticamente nadie) fue a la
bacha percudida y se lavó la cara, sacó una noteboock de su bolso y se recostó
así como estaba vestido, quiso entrar en Internet pero era evidente que en
Taninga difícilmente existiese Wi Fi así que decidió seguir escribiendo una
tesis inconclusa de por vida, se colocó unos minúsculos auriculares y eligió de
la carpeta “mi música” a Yann Tiersen, apagó la luz y dejó la computadora a un
lado de la cama.
La
puerta se abrió despacio, El artesano ni se inmutó por eso, lo esperaba, Marta
se deslizó como una serpiente en las sombras (kukulcán bajando a la tierra), su
cuerpo fue emergiendo desnudo, tomó la notebook y se detuvo un instante, leyó
la carpeta y retiró el auricular del puerto usb, El artesano la miró con un
deseo sobre natural, Marta se acostó a su lado, giró y se colocó encima de su
cuerpo, abrió las piernas y lo rodeo, llevó sus poderosas manos hacia su
rostro, lo sostuvo y lo besó en la boca, su lengua se introdujo furiosa, El
artesano solo respondía en consecuencia, Marta lo arrebataba como si el deseo
fuese de la mano de la desesperación y ésta lo invadía, lo desvistió en solo
segundos, Marta estaba desesperada, El artesano quería darle lo mejor como si
esa noche fuese la última noche, la última mujer, la Eva mitocondrial, la última
palabra, la última letra, como si ellos dos hubiesen sido sobrevivientes de los
últimos dos millares de humanos hace 70000 años atrás, el volcán Toba ya no
resistía y junto a los jadeos de Marta hizo erupción. Desde la oscuridad de un
rincón Soledad observaba sin interrumpir, esperó el gozo de ambos y una vez
terminado se deslizó y le dio un beso en la boca a Marta mientras acariciaba a
El artesano, la cama ya había quedado pequeña, la ciencia sucumbía en esta
nueva trilogía.
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