martes, 8 de febrero de 2011

El heredero - gatoconbotas

El frío se ha instalado en mis huesos y sobre mi cabeza siento el murmullo del viento soplando el nylon sobre el techo desvencijado, fue aquella tormenta, aquel granizo fatal para las viejas chapas y ahora nunca más a tiempo Santa Rosa de Lima me visita, llega a mis oídos, me perfora, aún me duelen los músculos y queda tanto por hacer.  
Julio del 73, me asomo por la vieja puerta de la cocina, está lloviendo pero me doy cuenta que no es una lluvia más, está cayendo hielo, pequeños trozos, como viruta helada, salgo a la escalera y subo los cuatro escalones que me separan de la terracita, el hielo se ha ido acumulando, sigo por la escalera de hierro, despacio, la bota de yeso se resbala y se me quiebra a la altura de la canilla, en la terraza grande el hielo se hace nieve: ¡está nevando!...  
Ya no es fácil encontrar las calles adoquinadas, aquellas eran un tesoro de la época de vaya a saber cuando, la plaza de las Américas y el ombú gigante en la esquina perfecto para hacer una casa en sus ramas más gruesas, en el hall de casa quedó un partido por terminar, mi Independiente de Avellaneda está a punto de coronarse campeón del torneo metropolitano de la SAB, el fútbol de botones llevado al máximo esplendor, solo puedo dejar un partido por la mitad para ir a fumar a la vieja canchita detrás de Minetti, hacia allá marchamos, cruzamos las vías, bordeamos el viejo galpón amarillo devenido en depósito de azúcar y harina, el ombú algo más pequeño que el de “las américas”, damos la vuelta y nos metemos en el pequeño montecito de cañas y cafetos salvajes, enciendo un clifton y se lo paso a Fernando, enciendo otro y nos sentamos a mirar los trenes, poco falta para que pase El Rosarino, destino “retiro”, Fernando no sabe que allá morirá su hermano y yo tampoco se que “el negro” morirá muy joven aquí en Rosario, los recuerdo a ambos, Rubén de trajecito gris y al Dany con su tradicional gesto de tenerla clara.  
La hermana del mono, ¿como no la trajimos aquí?, aprieto lo que queda del clifton contra la tierra, no vaya a ser que incendiemos un silo, recorremos un poco el monte y bajo unos yuyos encuentro unas tablas, nosotros sabíamos barrer los vagones de carga y recoger el maíz para las palomas y gallinas, como a veces juntábamos demasiado decidimos un día hacer un pozo en la tierra y guardarlos allí para ir a buscarlo más tarde o al otro día, pero estas tablas eran otra cosa, estaban demasiado bien puestas y bien ocultas, enseguida sacamos algunas y quedaron expuestos muchos paquetes de fideos, latas de conserva y entre la comida unas pequeñas latitas, “detonadores”, como un yoyo con dos solapitas metálicas, supongo que se ponen en la vía, en las curvas o para los días de niebla para avisarle al maquinista que “algo pasa”, (otros les encontrarán un destino más siniestro). Y realmente algo pasa, existen dos mundos: el de adentro y el de afuera, mi vida trascurre entre partido y partido mientras afuera se matan los azules y colorados (todavía)…  
El viejo fleetmaster parecía habernos reunidos a todos, era tan largo el cascarudo que cabía como telón de fondo, los copos de nieve lo adornaban como si fuera navidad en nueva York del 47, la Titi, la Ali, el Dany, Paco, el Pepe, el Rauli, el Istí, el Leonardo, yo con mi yeso quebrado…Me pregunto: _¿sabrán lo que está pasando en el país?  
El flaco Marquez vive en Brasil, se fue hace mucho tiempo, me dice Fernando que le mataron un hijo, hace años que no lo veo…  
El flaco vivía a media cuadra del bar “La estrella”, sobre Urquiza en un pasillo, el viejo que le alquilaba a la madre vivía delante y ellos en el departamento que le seguía, la música estaba fuerte como todos los días, el viejo ya le había advertido demasiadas veces que bajara la música, esa tarde salía el flaco con un amigo y el viejo estaba parado en la puerta, ya lo había medido, le dijo de la música y el flaco lo mandó al carajo, el viejo maldiciendo entre dientes sacó una cuchilla que ya tenía empuñada y escondida a su espalda y lo ensartó en medio del estómago, el flaco se tapó la herida con la mano y corrió hasta una mesita del bar donde se dejó caer, lo llevaron algunos amigos y parroquianos hasta el hospital Centenario (a unas cuadras nomás) donde lo operaron, lo cosieron y zafó de milagro. Hizo bien en irse a vivir a Brasil, en aquella época éramos todos un poco izquierdistas, mucho ERP, mucho Montoneros, cualquier perejil se la daba de cojudo sin saber bien cual era el objetivo que éstos perseguían, 3 años atrás la agrupación Montoneros había secuestrado y asesinado al Gral. Aramburu logrando dos cosas: primero darse a conocer como agrupación revolucionaria y segundo terminar de desgastar el gobierno de facto del Gral. Onganía.  
Septiembre del 73: Instituto Politécnico, todo el alumnado está en la calle, han matado a Salvador Allende, la consigna es “Yankee go home” y “Viva Chile carajo”, no habrá clases y de boca en boca corre el rumor que la CIA está detrás de todo esto, yo pienso _¿cuanto falta para que nos toque a nosotros?.  
Vamos todos al salón de actos, la UES o vaya a saber quien organizó un acto con olor a mitín a las apuradas, el murmullo es ensordecedor y los aviocintos de papel vuelan por todo el auditorio, sobre el escenario intentan explicar lo que luego ocurrirá con una visión extraordinariamente futurista y real: EEUU terminará sometiendo a toda Latinoamérica, sus lacayos, los presidentes de facto, comenzarán una nueva cadena de endeudamiento que durará más de 25 años, muchos de estos chicos jóvenes e idealistas perderán seguramente la vida a manos de algún bruto vestido de verde en una de las tantas noches de los lápices y los siguientes, los del 62 en Malvinas, sobre el escenario se pelean por “disertar” empiezan los golpes de puño, se notan los bultos de los cuerpos en pugna en el telón bordó, un cortinado hermoso de pana, el cabezón toma un taburete y empieza a golpear a diestra y siniestra a aquellos bultos humanos, no le importa si son de uno u otro bando, esto es una postal de lo que seguirá en el país.  
1978, año del mundial de fútbol, el suboficial mayor retirado me informa que tengo que salir con un civil a hacer un “trabajo encomendado”, me reúno en la oficina que está por la entrada de calle Moreno, un joven algo gordito vestido de civil y con una pistola 1125 en la cintura me dice que tenemos que ir a Funes a reparar un chalet que había sido casino de oficiales, subimos a la citroneta color anaranjada del gordito y vamos a casa a buscar algunas herramientas, en el camino me dice que el chalet estaba alquilado y había que devolverlo y los soldados que hacían guardia allí lo habían deteriorado bastante, con nosotros también va un plomero, un personal civil que trabajaba en el comando del segundo cuerpo de ejército, llegamos a Funes, el parque es extraordinario y el chalet no lo es menos, entramos a un buen salón totalmente vacío excepto por dos cosas, una linda araña que cuelga del techo y un piano debajo de la misma (esa imagen me hará recordar tiempo después la película “el imperio del sol”), seguimos recorriendo, vamos al baño y el plomero empieza a reparar un calefón y algunos caños que pierden agua, yo me dedico a revisar la instalación eléctrica, faltan dos fases, el motor de la bomba de la pileta de natación está quemado, sigo reparando algunas cosas simples como un corto en la araña como para dar tensión, el trabajo demandará semanas, se lo informo al gordito, vamos a la casa de los caseros que está en el fondo, son dos habitaciones, no hay puerta y las dos ventanas están tapialadas con maderas, pareciera abandonada o destruida pero no desde hace mucho tiempo, no hay siquiera puerta entre las dos habitaciones, no hay cajas de luz ni cañerías ni cables, todo había sido arrancado, _Ufff esto está destruído, ¿qué es esto?, digo en mi pensamiento, miro las paredes y el techo y leo palabras escritas con el humo de alguna vela o con un carboncito o con un lápiz, hay cuatro palitos cruzados con un quinto (como la anotación en el truco), muchos grupos de palitos, hay nombres, poesías para hijos y esposas, hay olor a cárcel clandestina, me doy vuelta y le digo al gordito _yo soy soldado y mañana vuelvo a la vida civil, vos no se…”Bueno vamos” me dice y nunca más volvimos.  
Tía Regina vivía en la calle Salta entre Richieri y Suipacha, no se realmente cuando íbamos a visitarla, tengo recuerdos de esa vieja casa chorizo con todos sus ocupantes y luego con ella sola.  
El cielo se oscurece, poco a poco la tarde se fue transformando en una noche apresurada, aún no son las 18, las 6 como decimos nosotros, yo pienso en mamá y su segura preocupación pero igual seguimos con la barra por Urquiza hasta la avenida Francia (uff si parece que fuese lejos y estamos solo a 4 cuadras de casa), la lluvia nos sorprende, un diluvio y nosotros comiendo “coquitos” de las palmeras, volvemos corriendo y nos hacemos “sopa”, el frío se mete en los huesos y yo evoco a la tía María…  
Recuerdo que mamá siempre contaba que la tía María se había mojado cuando era chica y volvió helada a su casa de la calle Salta, allí vivía Regina, La Maruca, María y el Rudy y bueno supongo que sus padres…La tía se arrimó al brasero y dicen que el calor les “secó” los tendones y quedó jorobada.  
Los Montorfano tenían propiedades, toda la manzana, mi madre había arreglado todo el baño con una parte mínima de una herencia que recibió de algún primo fallecido. El ñato Musolino era primo del abuelo, un famoso tratante de blancas de la época de Pichincha, mamá aún conservaba un 32 largo smith and wesson que el ñato le había regalado al abuelo cuando iban de caza al campo. Yo pienso que la palabra herencia abarca mucho más de lo que sus letras dicen.  
16 de mayo de 1969 se reúnen frente al comedor universitario un grueso grupo de estudiantes haciendo estallar bombas de estruendo y tirando volantes al canto de “acción, acción por la liberación”, se está gestando poco a poco el “Rosariazo”, en las provincias ocurre otro tanto, en Madrid hay reuniones secretas mientras en Rosario muere el estudiante Adolfo Bello.  
Pasan los días y la violencia, yo ajeno voy como todos los días al club Estudiantil, entro al salón y pateo una chapita de seven up, la chapita va rozando el suelo casi planeando y se dirige como un misil hacia las mesas donde los viejos juegan al tute cabrero, gancia y lupines mediante, con tanta mala suerte que le pega a alguno en una pierna, el hijo del bufetero me corre y me acorrala contra las sillas frente al televisor en el rincón del salón, la pelea es totalmente injusta, me da un cachetazo y yo agarro una silla para tirarle al gordo (hijo gordo del gordo viejo bufetero) nos separan algunos que allí estaban, parece que yo pago con mi mejilla una cagada de otro que había estado jugando con chapitas sobre la mesa de billar. Recaliente me voy a casa busco el smith and wesson del abuelo y voy a buscarlo al gordo al club, me quedo en la puerta amenazante, nadie sabe que el revólver no tiene balas pero yo me hago el guapo. Siempre fui alto y a pesar de mis 11 años aparentaba ser algo más grande. A los 5 minutos aparece mi padre, me pregunto que hace por acá si el trabaja en el negocio todo el día, me dice _vamos que están quemando los troles en la calle Salta, yo ni me había dado cuenta del humo, vamos por Iriondo hasta Salta y el espectáculo es dantesco, no menos de 11 o 12 trolebuses quemándose, cuando pasamos por la vereda hacia cafferatta estalla la rueda de uno de los coches y retrocedemos, de la nada aparecen los jeep de la policía, el cuartito azul…éramos todos vecinos curiosos pero la policía ya en esa época como siempre actuaba mal y tarde y empezó a tirarnos gases lacrimógenos, yo aún tenía el revolver en la cintura así que corrí por Iriondo junto a mi padre y nos tiramos de cabeza en el hall de una de las casas pegadas a la plaza de las Américas justo cuando una granada de gas daba en una de las ramas de un paraiso y la quebraba, la última imagen de la granada humeante y la rama rota se grabó en mi mente, sentía el fierro en la cintura y me dije "están todos locos", a la noche llegó mi hermano más grande con la espalda totalmente amorotonada de los gomazos que le había propinado la policía, lo corrieron a cañazos por toda la vía que va paralela a Vera Mujica, safó, otros no tuvieron la misma suerte, el Dany no se como hizo pero se trajo de recuerdo un volante de uno de los troles quemados, lo colgamos en la pared junto a una escoba, una patente de un auto y los posters de la revista "pinap".  
1978 (uno de esos días): estoy de guardia en la esquina de Moreno y Córdoba, soy tirador de MAG, no porque sea bueno tirando sino más bien porque es el único puesto que no tiene techito, en la calle hay dos jeep de la fuerza de tareas, de esos soldados o suboficiales que usan sombrerito y ropa camuflada, van al frente, si hay quilombo ellos son los que salen, de pronto una explosión y el fogonazo que sale por el techo de lona despedazado del jeep, me agazapo, cargo la MAG, apunto a los techos y edificios, toda la guardia, gritan, corren, cargan los FAL, se agachan, “un despelote”, si hubiera sido un ataque yo creo que nos matan a todos, solo tengo columnitas que me protegen, las mismas por donde pasábamos el miembro viril para que una “bobita” que un soldado conocía del batallón nos haga un simple favor. Recuerdo “la mejor defensa es el fuego propio”, estoy dispuesto a despedazar al que se me cruce…salen del jeep los de la fuerza de tarea parece que a uno que se quedó dormido se le fue el dedo y apretó sin querer la cola del disparador de la ITAKA, me digo: “así perdemos la guerra”.  
1969, Onganía crea un fondo para construir la primer fábrica nacional de papel prensa, pasan algunos años e irregularidades hasta que el ministro peronista Ber Gelbart fuerza la venta de la empresa a Graiver quien había sido ministro de Lanusse y tenía vinculaciones también con Gelbart. Siempre es difícil jugar a dos puntas, Graiver era el único que podía sentarse a negociar con Montoneros y luego reunirse con Videla, estas relaciones peligrosas sumado a los 17 millones de dólares que jamás le devolvió a Montoneros le costaría la vida, o tal vez los otros negocios turbios de lavado de dinero en Norteamérica lo sentenciaran a un accidente muy bien planificado por la CIA, y digo “bien” porque aquí en Argentina nos comemos cualquier verdura que nos tiran del norte.  
El Ale era un buen amigo, eran dos hermanos, hace mucho que no los veo. En aquellos días solía juntarme mucho con el Ale, el era bastante inmaduro y maldito, todas las ideas morbosas venían de su mente que maquinaba una y mil maldades, jugábamos al juego de la oca pero habíamos cambiado todas las prendas y así si uno caía en el 13 era “cojidita” por toda la banda, entonces el que tenía la desdicha de caer justo ahí “sonaba”, se le tiraban todos encima y lo que menos te hacían era apretarte el pito y te decían “decí 10 marcas de yerba”…y así sucesivamente, luego salíamos a tocar culos y salir corriendo o pelearnos a piedrazas con la banda del club San Lorenzo. Otras veces nos quedábamos escondidos en el primer piso del club Estudiantil y cuando cerraban a la tarde a la hora ya de la siesta nosotros nos quedábamos adentro entonces íbamos al buffet y le comíamos los sándwiches o les robábamos las fichas del metegol o de la máquina (los pinball de ahora), esa era mi venganza contra el gordo hijo del viejo gordo bufetero que me había cacheteado.  También solíamos tener disputas con la barra de la escuela 90, esta escuela estaba en Crespo y Salta y la había construído un hermano de mi abuelo, era centenaria y esa era zona de los Montorfano y a pesar de que yo venía en cierta forma de esa familia yo me había criado en el club Estudiantil y “defendía” sus colores, la lealtad ante todo…(cosa que luego Graiver no comulgaría).  
Por los 70…estábamos con el Ale atrás de Minetti, habíamos estado cazando pajaritos con la gomera y decidimos hacer finalmente una casa arriba del tercer ombú, uno mediano que estaba cerca de los talleres ferroviarios,[[[ tal vez debería contarles que todo esto ha cambiado mucho, antes eran muchos ramales de vías, algunas canchitas de futbol, una quinta que no se bien de quien era, algo de montecitos y una calle de tierra y piedras aplastadas que iba desde Iriondo cruzando las vías del Mitre hasta Avenida Alberdi, una pequeña recta donde estaba el ombú más pequeño, un semicírculo donde estaba el otro mediano (el tercero, el primero era el más grande de la plaza de las américas) que le daba sombra a dos cocheras del ferrocarril donde guardaban sendas zorras, luego una recta pronunciada que se perdía hasta la avenida. Toda esa zona era utilizada para estacionamiento de vagones, reparación de los mismos y o desguase de “carboneras” y vagones de esos de madera que tanto me hacían recordar a Jim West.]]]  
Empezamos a recorrer una formación que estaba pegada a la canchita de futbol, habíamos llevado un martillo y clavos y estábamos buscando maderas para hacer la casa en el ombú, algunos vagones eran excelentes, tenían casi todas las butacas con esa cuerina antigua de color verde y pequeños ventiladores de techo, las paredes de madera barnizada y las ventanillas con las celosías tipo guillotina de la misma madera que los paneles interiores, llegamos hasta un coche del correo o esos que se usaban como final de formación que era como una casita con dos balcones, uno para cada lado y el piso de un material parecido a la portland pintada de rojo, incluso tenía una suerte de fogón y en él había aún madera ardiendo lo que suponía que alguien lo estaba ocupando. Había una especie de colchón roto, ropa vieja y sucia tirada en un rincón y una papa a medio comer sobre un plato de acero inoxidable, a un costado del fogón una pava totalmente negra carbonizada junto a un mate de lata color azul con yerba ya usada y fría y bombilla. Nos sorprendió justo revisando sus cosas…  
El hombre no era viejo pero su aspecto de abandono era tal que el Ale y yo nos pegamos un susto de aquellos, sin embargo el “croto” no transmitía, al menos en su mirada, maldad alguna, por el contrario sus ojitos eran pequeños y rojizos y su mirada se perdía mucho más allá de nuestras figuras. Simplemente nos dijo “qué hacíamos allí”…En principio nuestro encuentro fue algo inquietante ya que estábamos en tierra de nadie pero evidentemente cada uno que concurría a “atrás de Minetti” tenía su propio territorio y éste era el de él. Poco a poco pasamos de la sorpresa y el susto a mantener una suerte de diálogo y fuimos transformándonos en una especie de compañía o mas bien cada vez que estábamos aburridos decidíamos ir a visitarlo y él muy amablemente nos cebaba unos mates amargos, de vez en cuando le llevábamos en secreto un paquete de yerba y cigarrillos ya que mi madre siempre me decía que no anduviera con desconocidos. El “croto” era un linyera de 52 años de edad pero aparentaba tener al menos 10 años más, sería realmente dura su forma de vida o tal vez no tanto pero de todas maneras estaba avejentado, nos convidaba a veces un vasito de vino tinto puro y natural ya que por supuesto no había energía eléctrica ni heladera, estábamos en un vagón abandonado, entonces empecé a llevarle una hielera de telgopor con algunos hielos robados de la vieja “Ziam” de mamá. Nunca supe de qué vivía, o sea no tenía ingreso alguno, tampoco lo veía en el barrio pidiendo, él tenía buenos modales y cierta tarde llevé una cajita de dunhill y nos pusimos a fumar entonces me contó que era médico y tenía familia en Buenos Aires, esposa y dos hijos, un varón y una mujer ya de más de 20 años, pero que cierta vez tuvo “un problema” y decidió marchar sin rumbo fijo, así salió a caminar hasta que no pudo más entonces se subió a un tren en Colegiales o alguna de esas estaciones que son todas iguales y llegó hasta Rosario Norte, la estación de trenes terminal de Rosario que estaba allí cerca, luego otro vagabundo le dijo de este monte y se instaló definitivamente. Mi padre era de poco hablar y siempre discutía con mamá, él prefería callar así que no me daba muchos consejos por el contrario el “croto” (como ya lo apodábamos definitivamente) si bien era de poco hablar y muchas veces se perdía en sus propias disertaciones hasta quedarse en silencio mirando fijo, lejos, el horizonte, nos contaba cosas de la vida que luego nosotros las guardábamos como un texto sagrado en nuestras jóvenes mentes. Esa misma tarde “charlamos” mucho de política, de la época de Perón, entonces al croto se le iluminaron sus pequeños ojitos y pude notar su tremenda emoción al rememorar ese tiempo ya pasado, me habló del desarrollo industrial nacional, de la lucha contra los terratenientes y los grandes monopolios, de las conquistas sociales de los trabajadores lo que derivó en lo que llamó “justicia social”, debieron pasar 30 años para que yo pueda asimilar estas palabras en carne propia…  
1º de mayo de 1974, la plaza de mayo desbordaba de gente, el general Perón les habla a la multitud: “Compañeros: hoy, hace veintiún años (se refiere a 1953) que en este mismo balcón, y con un día luminoso como el de hoy, hablé por última vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones, porque venían días difíciles...No me equivoqué, ni en la apreciación de los días que venían, ni en la calidad de la organización sindical, que a través de veinte años...pese a esos estúpidos que gritan...”. El discurso es permanentemente interrumpido por los cánticos de los Montoneros, entonces se produce la fractura entre el lider y la gente que había luchado (hasta en forma armada) por su regreso, más bien esa fractura la produce el mismo Perón que decide quedarse con la vieja guardia de dirigentes sindicales conocida como la “burocracia sindical” y una línea “Lopezreguista” antes que la juventud peronista izquierdista y altamente revolucionaria que reclamaba participación e incluso parte del poder de decisión. Los Montoneros se marchan de la plaza y comienzan los primeros disturbios entre sindicalistas de izquierda y el comité de organización (CdO) que los desplazan a palazos, los Montoneros dejan un hueco de casi un 50 por ciento lo que indicaría la pérdida de poder de un Perón ya viejo y agotado y sumergiría al país en una ola de violencia inédita, una división que aún hoy luego de 26 años, con la muerte de Perón, el golpe militar de Videla y dos cuasi guerras no culmina.  
Cristina era una linda flaca del barrio, algo mayor que nosotros, a veces suspendíamos un partido de botones para verla colgando la ropa en el tendedero o tomando sol en la terraza de al lado, ella era vecina de mi amigo de toda la vida, y durante todos esos años yo había “soñado” con ella, como ser más “grande” y “alcanzarla” de alguna forma posible. La última vez que la vi fue cerca de Servando Bayo, no recuerdo bien esa canchita, tal vez sería la plaza detrás del Cementerio de los disidentes, o fue cerca de Boulevard Seguí, el Rola hizo un desafío en la zona oeste de Rosario y yo la vi sentada allí a un costadito, detrás del arco, estaba con un hombre algo mayor que ella, de bigotes, íbamos ganando 1 a 0 y al final nos cobraron un penal que no era y nos empataron, el Ale como siempre se agarró a las piñas, como dije era flaquito, rubión y de cachetes colorados, pero era ladino y no arrugaba, jugaba de 9, cobramos todos o casi todos, el Rola gritaba cuando nos íbamos “somos los ganadores morales” como si en el futbol existiera el merecimiento…lo que vale es el resultado y a Cristina finalmente la buscaban cuando le explotó una bomba en sus manos cuando la armaban junto a su pareja y escapaban heridos por Rosario buscando un médico que los ayudara. Hace unos años dicen que los padres encontraron sus restos o de alguna forma se los devolvieron. Aún rezo por ella.  
Creo que la lluvia siempre me fue fiel o tal vez el sonido del agua golpeando y golpeando o tal vez el sonido como aquel ascensor subiendo y bajando, el ruido del motor y el freno, las zapatas que pegan, que liberan y de nuevo el zumbido. Llaves cerrando, pasos de botas y las llaves siempre cerrando, bocas amordazadas y el llanto ahogado…  
(((Aquella noche me advirtieron que estaba por llegar el General entonces quedé apostado en la puerta de calle Córdoba, los nervios se fueron tornando en impaciencia y cansancio y a los 30 minutos llegó con su comitiva de guardaespaldas y chofer, dos vehículos, desde el asesinato del General Juan Carlos Sánchez así se había dispuesto, abrí la puerta levanté el fusil según el procedimiento tantas veces practicado y en menos de dos segundos lo tenía en la espalda tirando fuertemente de la correa hacia adelante con la mano derecha y desde el pulgar, la mano izquierda extendida paralela al piso hacia el hombro derechoo, el golpe de los borceguíes al unirse en los talones y un “buenas noches Mi General” salió inmediatamente con ímpetu y casi como un autómata expelido de mi boca. El general estaba algo excedido de peso y tenía la cara colorada, en realidad era de contextura algo robusta y se le notaba también el exceso de consumo de whisky, yo lo sabía perfectamente porque a la mañana bien temprano sacaba los medios_barrilles de basura y en el de “operaciones” siempre venía una botella vacía de “criadores”. Me saludó muy cordialmente, me preguntó si había comido bien y le contesté con un “si Mi General” siempre manteniendo el ímpetu en la voz, me dijo “bien soldado, dígale al cabo de cuarto que lo libere de la guardia y lo envíe a dormir”, él sabía bien que yo trabajaba luego todo el día, yo mismo había trabajado en la mudanza al “departamento del primer comandante” y varias veces había instalado tomacorrientes en su despacho, por supuesto que el cabo me mantuvo apostado hasta las 7 de la mañana, yo notaba que había algo de bronca conmigo porque los suboficiales pensaban que yo la pasaba bien siendo electricista. Galtieri era bonachón al menos conmigo, siempre me trataba de la mejor manera o al menos eso me parecía.)))  
Tocaron el timbre y bajó mi madre, mi casa era de planta alta de esas que se hicieron en la década del 50 con escalera dividida y puerta “cancel”, la puerta del frente era de hierro trabajado y totalmente vidriada, abajo un hombre con piloto gris oscuro y sombrero esperaba con una bolsa de papel madera en la mano, mi madre abrió el vidrio y el hombre preguntó si ahí vivía yo pero era obvio que conocía perfectamente que allí vivía yo, luego de algunas breves palabras le dio la bolsa a mi madre la saludó con un dejo de devoción y se retiró tan fugazmente como había llegado en un peugeot 404 celeste clarito que esperaba sobre Urquiza en doble fila y en marcha. Mi madre enseguida revisó la bolsa y subió a preguntarme de que se trataba todo esto topándose conmigo que espiaba desde la puerta cancel.  
1974: “Compañeros, con este agradecimiento quiero hacer llegar a todo el pueblo de la República nuestro deseo de seguir trabajando para reconstruir nuestro país y para liberarlo. Esas consignas, que más que mías son del pueblo Argentino, las defenderemos hasta el ultimo aliento.  
Para finalizar, deseo que Dios derrame sobre ustedes todas las venturas y la felicidad que merecen. Les agradezco profundamente el que se hayan llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino"… Habían transcurridos largos años y finalmente con el Ale logramos poner una especie de tarima entre dos gruesas ramas del tercer ombú y allí estábamos cuando aparecieron dos de la barra de Crespo y Salta y empezaron a patotearnos, ellos abajo y nosotros arriba, el Ale como era ya su costumbre los insultaba mientras tanto yo medía a uno de los dos que evidentemente era mucho mas grande que nosotros de edad y de físico, yo me caractericé siempre por ser el estratega y el Ale hacía las veces del grupo de tarea, o sea él era el que iba al frente aunque luego cobrábamos los dos o todos según la situación.  
[[[ Cierto fin de año luego del brindis salimos con la barra a tirar petardos, cuetes como solíamos decir, estábamos todos algo borrachos porque a pesar que ninguno tomaba alcohol el ananá fizz o la sidra era obligatoria, entonces el flaco Marquez había comprado unos triangulitos “poderosos” y en la esquina de Cafferatta y Urquiza estaba él revoleando uno encendido así como para tirarlo lejos cuando le estalló justo antes de tirarlo y le cortó de cuajo la falange del dedo índice, y otra vez al Centenario. Nosotros seguimos con el Ale y el Obeso y “atacamos” la escuela “Pedro Goyena” (la escuela donde casi todos habíamos asistido) le hicimos una suerte de bomba con petardos anudados en el candado que cerraba la puerta de acceso, lo encendimos y corrimos bien lejos, el candado se destrozó pero nosotros decidimos seguir la "diversión" en otro sitio entonces nos fuimos por Tucumán hasta Crespo y de ahí por el pasaje sin salida que daba a la pileta del club Estudiantil (Los Rosarinos Estudiantil), saltó primero el Ale, luego yo pero el Obeso no podía subir entonces con el Ale le tiramos los andariveles de madera que se usaban para dividir las calles para las carreras de natación, tal vez el alcohol o la imprudencia hizo que obviáramos el ruido que estábamos haciendo y seguramente algún vecino nos vió y llamó a la policía que estaba justamente solo a dos cuadras de allí, nos sacamos los pantalones y las remeras y nos tiramos a la pileta, el Obeso y yo con cuidado y en silencio pero al Ale parecía que ya nada le importaba y se tiraba de cabeza, de bomba, como si fueran las dos de la tarde. La sirena del comando empezó a sonar primero algo débil, luego claramente, entonces dije “nos denunciaron” y al instante se acalló la sirena al mismo momento que empezó a destellar la luz roja en la pared de una casa de alto que estaba sobre el pasaje, tomamos la ropa y el calzado y salimos corriendo, saltamos el tapial que daba al fondo de la casa de Blasito, gracias a Dios el viejo peluquero ya no cortaba los yuyos y había cafetos silvestres por todo el terreno, de cualquier forma el Ale me dice quedémonos acá contra el tapial porque seguro nos buscarán allá lejos entre los yuyos, y así fue, escuché esa voz característica de los milicos “acá están las huellas…” (por las pisadas mojadas) entonces miré hacia el borde del tapial y vi una linterna y una pistola que pasaban a tan solo dos metros de mi cabeza, iluminaban más allá entre los yuyos, yo tenía al Obeso sobre mi pierna y sobre el Obeso el Ale, así que el peso de ambos me hacía acalambrar, resistí como pude hasta que volví a oír esa voz diciendo “se terminó el operativo, vamos que ya se fueron...”, se habían dado cuenta que éramos solo jóvenes borrachos buscando algo de diversión, de cualquier manera nosotros nos quedamos allí “acobachados” casi hasta las 6 de la mañana, yo ya no sentía la pierna y el Obeso me dice “dale salí vos primero que sos el ideólogo y el capitán” dándome “aire” para que yo arriesgue el pellejo, entonces salí y pensé “la puta madre los canas deben hacer dos horas que se fueron”, nos vestimos y corrimos como nunca, esa escalerita que se formaba con el techo de lo que sería el cuarto de filtros y bomba la saltamos como los mejores atletas. Pero éramos duros de escarmentar y nos fuimos hasta Urquiza esquina Iriondo donde había uno de esos carritos mitad de chapa y mitad de tejido (del tipo artístico y a cuadros, el que se usa en los perímetros de las piletas de natación), entonces el Ale con una rama de un “plátano” (árbol que nada tiene que ver con los bananos pero así le llamamos en Rosario) fue abriendo uno de esos cuadros y otro y otro hasta hacer lugar y nos robamos una sandía, así como para desayunar…]]]  
El Ale era malísimo y el flaco demasiado grande como para arrugar, entonces empezó a subir al ombú y nosotros también, nos íbamos cada vez más arriba sabiendo que no llegaríamos demasiado lejos porque simplemente el ombú se terminaba, cuando decididamente el flaco nos alcanzó el Ale se tomó con los dos brazos de la última rama y se dio un buen impulso utilizándola de trapecio y con las dos piernas para adelante le pegó terrible patada en el pecho al grandote, lo vi cayendo y golpeándose rama por rama hasta el suelo, su amigo lo quería atender y por momentos se olvidó de nosotros lo que nos dio tiempo para bajar y escaparnos…decidimos dividirnos, el “accidente” había sido grave así que fui a lo del croto a refugiarme. Subí al vagón, entré y no había nadie, estaba todo casi vacío, ni el fogón encendido, ni siquiera el viejo colchón, ni trapos, nada, solo alguna botella de vino Copiapó vacía y dos bolsos que jamás había visto, me aproximé y abrí uno (era evidente que esos bolsos no debían pertenecer al croto) en su interior había dinero, muchísimo dinero…escuché apenas y giré, estaba el croto parado en la puerta del vagón con las dos manos empuñando una pistola 45, apuntándome directamente a la cabeza, pude ver en sus pequeños ojos rojizos las venas llenas de sangre…Perón se estaba despidiendo de todos los Argentinos, moriría el 1º de julio de 1974.  
Las cosas no son como uno piensa, jamás lo son…  
1978, el suboficial mayor retirado me envió a reunirme con el mayor Bonino, éste era un tipo más bien decorativo en el “Comando del segundo cuerpo de ejército”, al menos eso pensaba yo, le decíamos “aspirina” porque no hacía ni bien ni mal, era gentil y tenía siempre una sonrisa que delataba bondad o estupidez, yo tenía contacto con casi todos los oficiales y suboficiales del comando porque como era electricista muchas veces concurría a sus domicilios particulares a hacer algunos arreglos y así me fui ganando la confianza de muchos y conociéndolos un poco más en el aspecto mas bien personal, humano o civil, me cuesta definir esta característica en los militares ya que siempre pensé que no era una actividad diseñada para gente totalmente cuerda, no era normal seguir la carrera militar así como tampoco lo era estudiar para cura.  
Fui con el viejito Serravalle, un personal civil que hacía mil años trabajaba como electricista del comando y llegamos a ser bastantes compinches, con el viejo solíamos hacer comisiones a distintos lugares como ser la quinta del comandante o al departamento del segundo comandante, yo mismo había reparado una alarma que alertaba de algún supuesto ataque al piso inferior que había sido transformado en una base de operaciones y dormitorio de la fuerza especial que era la que hacía precisamente los operativos y además brindaba seguridad, la custodia estaba formada por personal de gendarmería para evitar de alguna forma infiltraciones o simplemente para dividir las fuerzas. Nosotros, con el viejito aprovechábamos la oportunidad de estar “afuera” y sabíamos ir a un barcito, tipo bodegón, que estaba situado en Rioja esquina Balcarce a tomarnos unos moscatos, luego seguíamos con nuestras comisiones…El viejo, un tiempo antes de que yo ingresara como soldado al comando del segundo cuerpo de ejército, había estado internado por delirium tremens y siempre me contaba lo cierto que era ver bichos gigantescos por las paredes cuando uno sufría esta enfermedad producida por el alcoholismo, de cualquier forma se controlaba y solo al segundo moscato se le ponía la punta de la nariz y los “cachetes” colorados.  
El mayor Bonino nos llevó al segundo piso, al dormitorio del segundo comandante quien en ese momento era el General Jáuregui, un militar sumamente recto cuyo hijo también era militar y había cumplido tareas en la provincia de Tucumán en los años donde los Montoneros se habían hecho fuertes allí. Se detuvo inmediatamente en la puerta y giró y nos miró directamente a los ojos, cambió radicalmente su actitud, su rostro se transfiguró en adusto, recto, y la imbecilidad había desaparecido, nos dijo: esto es muy importante desde aquí se “maneja” la guerra con Chile, ustedes dos no tienen más ojos, oídos ni bocas, solo deben cambiar las luces quemadas que iluminan los mapas de la frontera y cuando terminen se marchan.  
1978, provincia de Salta, paso Socompa, frontera con Chile: el atardecer debe haber sido espectacular, el sol poniéndose detrás de las montañas y a lo lejos una polvareda y el ruido de las orugas trepando, un Unimog al frente con una gran bandera de guerra celesta y blanca y el sol imponente en el centro, la brigada motorizada y la unidad de blindados formaban una fila interminable en el paisaje, el viento los llevaba hacia Chile.  
Lo miré a los ojos, no había miedo en mi mirada, ni súplica ni perdón, después de todos estos años habíamos llegado a un entendimiento casi único, yo lo escuchaba como escuchaba a la voz de mi conciencia y sus entrecortadas disertaciones hacían mella y florecían en mi cerebro, había llegado a comprenderlo y sabía que su historia ocultaba esa parte tenebrosa que muchos llevamos adentro, secuestros, extorsiones y asesinatos, hacía muchos años que había pasado a la clandestinidad y su unión con la sociedad era mi propio ser, él comulgaba cada noche pidiendo por mi lealtad y yo le era fiel, había aprendido a respetarlo en su cosmovisión del país que él deseaba.  
Bajó el arma y se la llevó a la cintura por la espalda y me dijo “ayúdame con esto” tomamos un bolso cada uno y lo llevamos debajo del vagón, había un pozo profundo de no más de 60 centímetros de diámetro, revestido de madera dura de quebracho igual que el fondo, metimos los bolsos y luego le pusimos un nylon y una tapa de madera arriba de la misma tierra y luego piedra caliza y granito terminaban por camuflarlo a la perfección. No pregunté, no dije absolutamente nada, subimos y el croto me dijo: no tienes ojos, ni oído ni boca alguna, algún día todo esto será tuyo…  
Mi madre mientras subía la escalera hasta la cancel sacó de la bolsa de papel madera un pequeño papel, tenía pegado levemente una estampilla de 20 pesos color verde con la cara de Eva Perón, yo le dije “uhhh la estampilla que me faltaba”, entonces mi madre extendió su mano y posó “ese” tesoro en mis manos, subí corriendo y fui hasta la lámpara con lupa que tenía en mi pieza, retiré la estampilla del papel y la examiné, tenía un filigrana en gota de agua muy particular, el mapa de los bolsos enterrados atrás de Minetti. Fui hasta el comedor, miré a través de la persiana americana, la lluvia caía sin remedio, lloré por él, sabía que se estaba despidiendo.  
1978, no había nada más triste que la mirada sin brillo de los “extremistas” que llevaban a declarar, yo estaba de guardia y el oficial me llevó hasta el primer piso de la parte vieja del comando, era una vieja mansión con oficinas en la planta baja, en el centro un amplio patio, en el primer piso estaban las repetidas oficinas de la planta baja y una pasarela todo alrededor, con una baranda de hierro forjado y artístico que terminaba en un pasamanos de madera, me aposté en el lado oeste donde estaba la conexión entre la parte vieja y la parte nueva, arriba, en el techo una claraboya de vidrios trabajados adornaba y le daba luz a todo el patio interior, la orden fue custodiar un detenido, la visera para atrás, el fal a la cazadora en automático, en frente el detenido, en la baranda este, esposado por detrás, lo miré fijamente, nos separaban escasos seis metros, sus pequeños ojos rojizos me miraron, no había en ellos miedo alguno ni clemencia…”si se mueve dispare a matar”, la orden martillaba mi cerebro, mi dedo en la cola del disparador, temblaba sin temblar, estaba rígido, el croto bajó la cabeza, apoyó su mentón contra la parte alta de su pecho y gritó “cumple”…se movió, corrió o quiso correr, seis proyectiles por segundo me habían dicho, el fuego salió por la boca del fal, dos ráfagas fueron suficientes, su cuerpo se estrelló contra la pared, yo maldije, vi saltar el reboque, sangre y ladrillos, los oficiales en las oficinas se tiraron de cabeza al suelo, los proyectiles rompieron los vidrios de las puertas, atravesaron carne, se llevaron los huesos, su cuerpo se mantuvo en el aire y luego cayó casi en forma fetal a la pasarela, el croto había muerto.
2010, “atrás de minetti” se transformó en el parque Scalabrini Ortiz, al fondo un shopping, luego torres de departamentos, más allá el río ancho interminable, aún quedan algunas vías, los silos y la fábrica…los talleres ferroviarios, el depósito de viejos vagones ha desaparecido, solo queda un ombú de aquellos que me acompañaron durante tantos años, volviendo hacia la avenida Alberdi el barrio inglés sobrevive. Algunos viejos Montoneros llegaron al poder, sigue la pelea con los monopolios y la justicia trata de localizar y devolver a hijos de desaparecidos apropiados ilegítimamente. Pasaron muchos años y el tiempo me marcó la piel y se instaló en mi alma, sereno. El viento sopla fuerte, siento el goteo ahora permanente, algún ladrillo que se vuelca al no poder ya sostener el nylon sobre el techo, busco el viejo sobretodo, la ropa más derruida que el “croto” me dejó de herencia, ya es hora, esta noche empezaré a cavar, 17 millones de dólares me esperan.

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