lunes, 17 de diciembre de 2012

El Artesano (cuento) - capítulo 9

Salieron los tres y retomaron sus pasos, volvieron a pasar por cada puerta y cada recinto, se retiraron los mamelucos de seguridad y Soledad recuperó su bolso, llegaron hasta el pasillo y Alfonso se detuvo frente a uno de los dos “consultorios”, “adelante” dijo abriendo la puerta que no tenía llave, pasaron y se encontraron definitivamente con un consultorio médico clínico normal con su camilla, balanza, escritorio… detrás de éste una puerta otra vez con contraseña digital, Alfonso colocó su dedo índice y pasaron a una especie de pasillo con una escalera a un lado que solo descendía y frente a ellos un ascensor con su puerta doble totalmente en acero inoxidable, accedieron y bajaron unos 15 metros de profundidad, bajaron en otro pasillo con la escalera a un lado que solo ascendía y una puerta doble blindada (además la del ascensor) y la ya característica cerradura con contraseña digital, Alfonso volvió a apoyar un dedo sobre el orificio con la luz verde brillante y una voz surgió inmediata desde el dispositivo: “contraseña correcta”, pasó Alfonso y luego El artesano y Soledad como si hubiesen sido patitos siguiendo a su madre. El lugar era una gran oficina con paneles en madera a los lados y bibliotecas en casi todas las paredes menos una donde se había instalado un gran monitor que la ocupaba casi en su totalidad, en el centro un escritorio robusto y amplio en roble claro con un grueso vidrio y encima solo una pc con el típico lector de huellas digitales a su lado, detrás un sillón y enfrente otros dos todos en cuero negro; a un lado en una silla también en roble claro un hombre de edad avanzada esperaba sencillamente sentado, el techo totalmente recubierto de mica. Cuando entraron el hombre solo atinó a tomar su maletín que tenía apoyado en el suelo a su lado, lo puso sobre el grueso vidrio del escritorio, lo abrió y sacó una infinita cantidad de papeles y una lapicera “parker” en oro macizo, de las de antes… Alfonso se sentó en el sillón principal:
_ Bueno les presento al abogado de la empresa de ahora en adelante ustedes dos se harán cargo absolutamente de todo… Señorita, Señores… voy a pedir unas pizzas y coca colas para comer y tomar algo. (Se levantó y salió de la oficina).
Soledad y El artesano se miraban como entendiendo poco o nada de la situación: ¿qué era toda esta empresa?, ¿por qué ellos dos?... y podían así seguir toda la noche con sus interrogantes.
_ Bueno (dijo el abogado) empecemos por las claves digitales, coloquen el dedo aquí en el lector, primero usted señorita y luego el caballero… (Giró la pc hacia su lado, la encendió y enseguida en el monitor de la pared apareció el ícono de Windows xp cargando… (¿xp? se preguntó el artesano, lo cambiaría por un software mas moderno o tal vez no, ¿debería él tomar esas decisiones?).
El abogado hablaba escasamente, solo lo necesario y en un idioma casi inaudible, solo se le entendía “firmen aquí y aquí”… Ambos leían o trataban de leer hasta que Soledad se animó y dijo: _ ¿Tendremos un sueldo? El abogado levantó prácticamente por primera vez la vista de los papeles y le contestó: _ El dinero en esta empresa no es parte prioritaria, tendrán todo y absolutamente todo lo que necesiten incluyendo instrumentos y municiones… (El Artesano ahora si estaba preocupado, él venía de una familia por demás pacífica y dentro de todo honorable). Pasó el tiempo y Alfonso no regresaba, empezaron los tres a mirarse como sabiendo que todos estaban empezando a preocuparse, El Artesano sacó su celular y el abogado le hizo una seña negativa y levantó su lapicera señalando primero el cielorraso de mica y luego girándola en pequeños círculos apuntando a las paredes, “hormigón, aquí estamos totalmente aislados del mundo conocido”.
_ Bueno algo le ha pasado, subamos a buscarlo. (Soledad enseguida acercó su bolso verde militar a su pierna derecha).
_ Subamos (dijo el abogado).
Y los tres volvieron por el ascensor utilizando las contraseñas nuevas de Soledad y El Artesano. Ya no quedaba nadie en la clínica solo dos personas fuertemente armadas que iban y venían desde la entrada hasta la puerta del quirófano. El abogado les hizo una seña y ambos afirmaron con un movimiento de sus cabezas, se adelantó uno de los dos y los llevó a todos hacia la puerta.
_ Pídanos unas pizzas y coca colas para nosotros dos, vamos a quedarnos un rato mas aquí. (El artesano empezaba a comprender que el Sr Alfonso ya no vendría).
El abogado extendió su mano y le entregó las llaves de la Luv. “Vamos” le dijo a Soledad… Y ambos volvieron a bajar a la oficina, entraron, El Artesano encendió la pc y enseguida apareció un cuadro de diálogo que le pedía usuario y contraseña (_ Será mas difícil de lo que pensaba). Colocó su nombre, pensó un rato, recordó a Marta y a su marido, pensó en las operaciones que había sido sometido, revivió algunos momentos en la cueva y el ataque del ovni, luego el chico de las estrellas que “descansaba” después de miles de años en una bandeja de acero inoxidable en un “freezer”, miró el techo de mica y escribió “INMORTALIDAD”, enseguida tuvo el acceso necesario y abrió una carpeta que se titulaba “1” (todas las carpetas tenían como nombre solamente números), apareció un video donde estaba Carl Sagan sentado en una gran sala en la Universidad de Cambridge, un mozo vestido de etiqueta le acerca una tarta de manzana y se queda a un lado esperando entonces el científico mostrando la tarta a la cámara dice “si se quiere hacer una tarta de manzana partiendo de cero hay que inventar primero el universo”…

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