Yo
 tuve algunas habilidades, entre otras solía tener esa destreza de 
soñar, para tal fin fue necesario practicar toda una serie de rutinas 
como la de comer demasiado de noche, beber con cierta falta de 
disciplina algunas copas de un vino algo berreta e ir a la cama 
inmediatamente, dejar una luz encendida y poner en la computadora algún 
video repetidamente visto con un mensaje algo raro como esotérico, luego
 de cabalgar mentalmente en algún campo nublado, con bruma o soponcio 
comenzaba de forma abrupta alguna cuestión, recuerdo un lugar no 
reconocido, una columna decorada con anaqueles de madera color caoba que
 luego en el mismo sueño dejaba entender que era o podía ser una columna
 sita en el viejo edificio de la sociedad española de socorros mutuos, 
cosa que realmente y apelando a mi memoria sabía que dicha columna nunca
 existió en ese edificio. La mujer se acercó, no, no se acercó eso es lo
 que me parecía, ella arrimó su rostro entonces pude verla de cerca 
siendo su rostro tan conocido como aquella empleada oftalmóloga que me 
había vendido el último par de lentes, ella dijo, con sus manos sobre el
 teclado de una computadora,
_ ¿está ingresado como cliente? (yo entendí perfectamente "cliente" pero tal vez pudo haber dicho "paciente").
_ si, el número 33.
_ ¿como es su apellido?
_ Coca, como la coca cola.
_ 66, ese es su número de cliente, ¿usted a todas las cosas siempre las divide por 2?
(esbozé
 una sonrisa cómplice la cual fue devuelta por la empleada, al otro día 
cuando fui a comprar un repuesto para el auto me sorprendí cuando me 
tocó nuevamente el número 33).
Siempre,
 de pequeño y hasta adolescente, había preanunciado mi muerte a la edad 
de 33 años, "la edad de cristo" decía, aunque realmente nadie sabía a 
ciencia cierta a que edad había muerto Jesús y eso en cierta forma me 
dejaba un mensaje alentador al respecto, ¿por qué motivo debía yo morir a
 tan temprana edad?, no era lógico, menos aún estando perfectamente 
sano, pero mi pensamiento superaba toda racionalidad y ese miedo era ya 
muy natural en mi sin embargo cada noche volvía a repetir la rutina del 
sueño sabiendo que tan mal descanso iba a producir finalmente mi muerte 
temprana.
Así
 casi siempre despertaba con mucha sed, con acidez estomacal y un gusto 
amargo en la boca, me preguntaba infinidad de cosas, cuestiones 
fundamentales de la conciencia: ¿quien sería ella?, como no podía yo con
 todas mis hablidades practicadas descubrir una cosa tan simple y 
sencilla, tampoco conocía tantas mujeres en mi vida y por demás mi vida 
solo era una "situación limitada", el mundo se desarrollaba en la palma 
de mi mano y yo no podía distinguir un dedo del otro, una línea, una 
arruga, nada. Me levanté con un cierto dolor de cintura, tuve que asirme
 del marco de la puerta del placard, me levanté en la semiluz del 
velador encendido, fui al baño a orinar y volví a la cama con un vaso 
lleno de jugo de durazno. Debía yo volver a soñarla y me recostaba con 
ese pensamiento hasta quedarme profundamente dormido.
Ella
 aparecía nuevamente, esta vez una casa o un negocio, un lugar oscuro, 
como un pasillo, ¿la casa de la tía Tosca?, yo buscaba algún conocido, 
algún familiar pero sabía que algo me apesadumbraba, alguien me 
perseguía, alguien quería hacerme daño, al final había una especie de 
curva, una "ese", recordé la villa de pedro lino funes y boulevar segui,
 esos pasillos y pequeñas habitaciones, una cocinita en un paso, una 
cocinita comunitaria, si alguien era perseguido por estos pasillos 
tranquilamente podía escaparse, pero aquí no había cocinita, era un 
kiosco, en medio de la penumbra un kiosco algo raleado y alguien, un 
cliente, me pedía algún alfajor pero al instante me volvían a perseguir,
 se venía alguno desde las sombras a matarme y yo ya había cumplido los 
33 años hacía ya demasiado tiempo, había superado esa barrera del miedo a
 los 33, apenas cumplí 34 me di cuenta que todos esos años con esa 
actitud pesimista hacia la vida había sido en vano, yo podía 
equivocarme, yo creía en mi habilidad para descubrir las cosas ciertas: 
las verdades y sin embargo las dudas me asolaban noche tras noche, ella 
me tomó del brazo justo cuando aquel ya me golpeaba o me clavaba un 
puñal o un disparo, yo me había defendido pero mis golpes, que creía 
certeros, ya no servían de nada, no tenía la fuerza en los brazos, me 
quedaba sin reacción, sin fuerza, no llegaba, entonces ella me sacaba 
hacia un costado, me besaba y ese beso era suficiente como para 
encontrarme en plena relación sexual con ella, entonces me decía al oído
 "33" repetidas veces, una y mil veces "33".
Por
 pedro lino funes había un bar, afuera había tres o cuatro personas, de 
esas que de noche meten miedo y de día no son nada, nadies. Les dije 
"¿me cuidan el auto?",
_si, no hay problema andá tranquilo, acá nadie toca nada.
Yo
 estaba repartiendo videos casseteras, las alquilaba, había venido un 
cliente en bicicleta con toda la pierna vendada, había sufrido un 
accidente, yo ante la duda le dije que la video se la llevaba a 
domicilio, cuando vi el domicilio me quería morir, entramos por el 
pasillo de la villa, enseguida una puertita y entré a un dormitorio 
chiquitito, techo de chapa bajo, llovía y había goteras por varios 
lados, el muchacho me dijo "poné la video allí que allí no llueve", yo 
sospechaba lo peor pero sin embargo al otro día apareció el muchacho en 
bicicleta con la pierna vendada con la video y las películas y me 
devolvió todo en tiempo y forma.
El
 camino era difícil, solía caminar sosteniendo un espejo a la altura de 
mi pecho, entonces no miraba el trayecto sino que miraba el reflejo 
inverso del techo y así iba yo "saltando" los dinteles, esa era la mejor
 parte de todas "el traspasar por una puerta" entonces uno levantaba 
instintivamente la pierna para "saltar" el dintel de la misma, luego 
esquivar las "arañas" que colgaban del techo y parecía que estuvieran 
allí adelante de uno, erectas, mas aún de noche con las luminarias 
encendidas, era extraordinario jugar a caminar de esa manera pero sin 
cruzar ciertos límites, una vez creí realmente estar atrapado dentro de 
esa imagen inversa y simplemente era imposible dejar de mirar el espejo,
 ni siquiera bajarlo, imaginé a los no videntes y me di cuenta que 
existían miles de formas de NO ver las cosas tal cual eran o conocíamos 
todos, había mil formas de mirar y lo perfectamente reconocible en un 
instante ya no lo era... ah! las escaleras, subía y bajaba sin siquiera 
saber la existencia de los escalones, solo me guiaba por la amplitud de 
la distancia reflejada del techo que se alejaba cada vez que bajaba un 
escalón e inversamente cuando subía, todo era alejarse y acercarse como 
aquel rostro de la mujer de todos los rostros.
Y
 ella volvía, siempre volvía en la misma casa en penumbras, en los 
mismos pasillos y en la misma "ese" donde casi siempre me atrapaban, 
entonces una vez rescatado por ella, musitaba al oído:
_ ¿cúal es su número de cliente?
_ Coca... coca! así como suena como la coca cola.
_ Con dos "ces".
_ No una sola c... je y luego otra.
Ella
 me miraba tiernamente y yo sabía que estaba pensando en "la blanca", 
ella encendía un cigarrillo y a mi me dolían los pulmones, giraba, 
trataba de acomodarme, me tapaba, con un dedo encendía el aire 
acondicionado, así casi sin mirar desde el control remoto... en 
penumbra, en soledad. Miraba la "araña" de mi dormitorio entonces fue 
cuando empecé a practicar una suerte de telequinesis, debía moverla de 
un lado al otro, la "araña" permanecía quieta y lo que giraba era el 
cieloraso, quise tener en ese momento mi espejo o romperlo en mil 
pedazos, cerré los ojos, los apreté fuertemente para NO VER aún con los 
ojos cerrados y eso me provocaba un fuerte dolor de cabeza entonces los 
abrí y vi la "araña" moverse, primero levemente luego fue tomando 
velocidad en un penduleo constante, cerré los ojos y pensé en detenerme y
 una vez abiertos los ojos el movimiento cesó por completo. La claridad 
empezó a entrar por las pesianas venecianas, estaba saliendo el sol y yo
 la extrañaba sobremanera, quería que fuese otra vez de noche, quería 
volver a dormirme para volver a tenerla cerca. Si, yo tenía esas 
habilidades, la de soñar era una, la de enamorarme no figuraba en 
ninguna lista.
 
 
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