Cerrar
 los ojos, imaginar un lugar, ¡es tan conocido ese sendero! y cuando 
abría los ojos estaba en la cocina o en el comedor, con los ojos aún 
cerrados yo decía "baño" porque mamá había hecho como que subía un 
escaloncito, el baño estaba un escalón mas alto que el dormitorio... y 
cuando abría los ojos estábamos en el comedor o en otro sector de la 
casa, ella hacía esas cosas como dar vueltas para marearme o hacer de 
cuentas que pasaba una puerta. Mamá me alzaba a cocochito (cocoyito le 
decíamos nosotros) y yo la rodeaba con mis brazos flacos y largos por su
 cuello,
 ¡qué alegría me daba cuando acertaba el lugar!, hoy recorro cada sitio,
 cada baldoza y reconozco cada aroma, el olor a tintura rubio ceniza, 
ese olor a manzana y a cera de las escaleras, la pintura de hace 30 años
 o mas, cada pincelada y cada rajadura es una caricia y una vieja 
cicatriz tan personalizada. ¿Donde estuve tantos años? tal vez aquellas 
estrellas del cielo que mirábamos con mis hermanos... En la terraza 
solíamos hacer una carpa con frazadas, claro las carpas existían pero 
eran mas bien militares nosotros no sabíamos de camping y esas cosas, 
poníamos unas sogas o cables viejos y así armábamos una extructura capaz
 de sostener las mantas que hacían de paredes y techo, una en el piso, 
las frazadas que habíamos ido a buscar a la fraternidad con el tío Raúl,
 esas eran buenas, a cuadros azules y celestes, otras en tonos marrones,
 decía mi tío que allí eran todos comunistas y por eso nos habían dejado
 a un precio mas barato o razonable, decía: "los comunistas son pocos, 
tres o cuatro pero se dividen y trabajan todos, se pone uno acá, el otro
 allá y el otro mas allá entonces parecen que son miles", vaya uno a 
saber... la cuestión que mamá le había comprado al Dany un farol de 
kerosene o de alcohol de quemar, nosotros lo usábamos con alcohol de 
quemar azul, entonces encendíamos el farol y nos quedábamos allí 
hablando de cosas que ya no recuerdo, lo que si recuerdo es la voz del 
Dany de grande, mi otro hermano aún vive, "iii maldito" decía así con i 
latina, él y su amigo Horacio, recuerdo mirar el cielo tan azul y negro 
oscuro y esas fogatas brillando en la inmensidad, hablábamos de eso, del
 cielo y mamá que no sabía nada de astronomía nos contaba de la cruz del
 sur y yo buscaba dibujar formas uniendo las estrellas, entonces el Dany
 contaba cuentos de fantasmas o de monstruos para hacerme asustar y
 lo conseguía hasta que nos quedábamos dormidos. Él dibujaba muy bien, 
un día hizo en papel de calcar una película de drácula basada en la 
original de Bela Lugozzi, teníamos un cine graf herencia de mi primo, 
una máquina de cine de juguete y la proyectábamos en el patio de casa, 
cuadro por cuadro hecho a mano con tinta china y plumín, era una obra de
 arte,
 luego calcábamos algunos personajes sacados de la revista "el tony" y 
hacíamos mas películas, ya las pintábamos con fibra y le dábamos colores
 y a la noche nos reuníamos en el comedor y le cobrábamos entrada a 
nuestros padres y tíos,
 de alguna forma había que conseguir algo de dinero, era para nuestros 
gastos como le gustaba decir a mamá. Yo era chico y ¿qué gasto podía 
tener? si cruzaba la calle urquiza solo para ir a la escuela, tenía una 
bicicleta también de herencia de mis primos, era una réplica de una 
moto, color roja, piñón fijo y yo solía por las mañanas cuando no tenía 
clases dar vueltas y vueltas por la terraza o por la vereda de la 
cortada "Cardenal Mendoza", ni se que fue de ella, crecí y para mi 
comumión me regalaron la avianca, una bicicleta plegable color celeste 
metalizada que hizo mil recorridos, iba a todos lados con ella sin 
embargo ese camino largo no me llevaría a ningún lado... Aquel triciclo 
anaranjado y cromado, ese me llevaba por calle San Nicolás, doblaba por 
Rioja y en la esquina de una cortadita pasaba entre un grueso árbol y la
 pared del taller de mecánica pesada de donde salía ese olor a grasa y 
aceite y neumáticos tan peculiar en su mezcla y volvía por Córdoba, la 
vuelta manzana, la vereda del negocio de papá, yo pensaba que era un 
gran negocio, jugábamos con mi prima Adriana, no se si manejábamos o 
algo así, teníamos repuestos de autos a nuestra disposición, papá era un
 buen comerciante o eso creía yo, al menos la comida, la ropa, el 
colegio nunca fue una preocupación mía, yo solo recorría esas sendas que
 me había puesto por delante la vida, ¿soñaba? no lo se, si, seguramente
 soñaba, me descucbrí un día frente a una especie de vitrina espejada 
que estaba empotrada en la pared del hall de casa inventando un poema 
para la chica del barrio que mas me gustaba, allí supe que estaba 
ocurriendo un cambio importante en mi vida, miraba unos pequeños 
floreros azules vitrificados con relieves dorados al oro prolongarse en 
su imagen hasta el infinito y pensaba en su rostro, su voz tan infantil e
 infinita, la luz amarilla incandescente aún hoy ilumina el pequeño 
sitio y yo me encuentro y cuento cada pequeño adorno, los toco y extraño
 todo lo que hizo que yo sea, a veces trepo a la terraza, donde hacíamos
 la carpa ahora hay un tanque de agua y sin embargo hay un gran vacío, 
ya no hay sueños bajo las frazadas y sin embargo siguen allí casi 
esfumándose de mi, ya tardíos, algo mareado, mamá sigue girando y yo con
 mis ojos cerrados sigo imaginando el sitio, el lugar exacto, la cruz 
del sur, cosas tan imprescindibles para mi que tuve que escribirlas para
 "no olvidarla".
 
 
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