lunes, 7 de abril de 2014

Retirada - capítulo 2 - (un cuento de gatoconbotas)

Cerrar los ojos, imaginar un lugar, ¡es tan conocido ese sendero! y cuando abría los ojos estaba en la cocina o en el comedor, con los ojos aún cerrados yo decía "baño" porque mamá había hecho como que subía un escaloncito, el baño estaba un escalón mas alto que el dormitorio... y cuando abría los ojos estábamos en el comedor o en otro sector de la casa, ella hacía esas cosas como dar vueltas para marearme o hacer de cuentas que pasaba una puerta. Mamá me alzaba a cocochito (cocoyito le decíamos nosotros) y yo la rodeaba con mis brazos flacos y largos por su cuello, ¡qué alegría me daba cuando acertaba el lugar!, hoy recorro cada sitio, cada baldoza y reconozco cada aroma, el olor a tintura rubio ceniza, ese olor a manzana y a cera de las escaleras, la pintura de hace 30 años o mas, cada pincelada y cada rajadura es una caricia y una vieja cicatriz tan personalizada. ¿Donde estuve tantos años? tal vez aquellas estrellas del cielo que mirábamos con mis hermanos... En la terraza solíamos hacer una carpa con frazadas, claro las carpas existían pero eran mas bien militares nosotros no sabíamos de camping y esas cosas, poníamos unas sogas o cables viejos y así armábamos una extructura capaz de sostener las mantas que hacían de paredes y techo, una en el piso, las frazadas que habíamos ido a buscar a la fraternidad con el tío Raúl, esas eran buenas, a cuadros azules y celestes, otras en tonos marrones, decía mi tío que allí eran todos comunistas y por eso nos habían dejado a un precio mas barato o razonable, decía: "los comunistas son pocos, tres o cuatro pero se dividen y trabajan todos, se pone uno acá, el otro allá y el otro mas allá entonces parecen que son miles", vaya uno a saber... la cuestión que mamá le había comprado al Dany un farol de kerosene o de alcohol de quemar, nosotros lo usábamos con alcohol de quemar azul, entonces encendíamos el farol y nos quedábamos allí hablando de cosas que ya no recuerdo, lo que si recuerdo es la voz del Dany de grande, mi otro hermano aún vive, "iii maldito" decía así con i latina, él y su amigo Horacio, recuerdo mirar el cielo tan azul y negro oscuro y esas fogatas brillando en la inmensidad, hablábamos de eso, del cielo y mamá que no sabía nada de astronomía nos contaba de la cruz del sur y yo buscaba dibujar formas uniendo las estrellas, entonces el Dany contaba cuentos de fantasmas o de monstruos para hacerme asustar y lo conseguía hasta que nos quedábamos dormidos. Él dibujaba muy bien, un día hizo en papel de calcar una película de drácula basada en la original de Bela Lugozzi, teníamos un cine graf herencia de mi primo, una máquina de cine de juguete y la proyectábamos en el patio de casa, cuadro por cuadro hecho a mano con tinta china y plumín, era una obra de arte, luego calcábamos algunos personajes sacados de la revista "el tony" y hacíamos mas películas, ya las pintábamos con fibra y le dábamos colores y a la noche nos reuníamos en el comedor y le cobrábamos entrada a nuestros padres y tíos, de alguna forma había que conseguir algo de dinero, era para nuestros gastos como le gustaba decir a mamá. Yo era chico y ¿qué gasto podía tener? si cruzaba la calle urquiza solo para ir a la escuela, tenía una bicicleta también de herencia de mis primos, era una réplica de una moto, color roja, piñón fijo y yo solía por las mañanas cuando no tenía clases dar vueltas y vueltas por la terraza o por la vereda de la cortada "Cardenal Mendoza", ni se que fue de ella, crecí y para mi comumión me regalaron la avianca, una bicicleta plegable color celeste metalizada que hizo mil recorridos, iba a todos lados con ella sin embargo ese camino largo no me llevaría a ningún lado... Aquel triciclo anaranjado y cromado, ese me llevaba por calle San Nicolás, doblaba por Rioja y en la esquina de una cortadita pasaba entre un grueso árbol y la pared del taller de mecánica pesada de donde salía ese olor a grasa y aceite y neumáticos tan peculiar en su mezcla y volvía por Córdoba, la vuelta manzana, la vereda del negocio de papá, yo pensaba que era un gran negocio, jugábamos con mi prima Adriana, no se si manejábamos o algo así, teníamos repuestos de autos a nuestra disposición, papá era un buen comerciante o eso creía yo, al menos la comida, la ropa, el colegio nunca fue una preocupación mía, yo solo recorría esas sendas que me había puesto por delante la vida, ¿soñaba? no lo se, si, seguramente soñaba, me descucbrí un día frente a una especie de vitrina espejada que estaba empotrada en la pared del hall de casa inventando un poema para la chica del barrio que mas me gustaba, allí supe que estaba ocurriendo un cambio importante en mi vida, miraba unos pequeños floreros azules vitrificados con relieves dorados al oro prolongarse en su imagen hasta el infinito y pensaba en su rostro, su voz tan infantil e infinita, la luz amarilla incandescente aún hoy ilumina el pequeño sitio y yo me encuentro y cuento cada pequeño adorno, los toco y extraño todo lo que hizo que yo sea, a veces trepo a la terraza, donde hacíamos la carpa ahora hay un tanque de agua y sin embargo hay un gran vacío, ya no hay sueños bajo las frazadas y sin embargo siguen allí casi esfumándose de mi, ya tardíos, algo mareado, mamá sigue girando y yo con mis ojos cerrados sigo imaginando el sitio, el lugar exacto, la cruz del sur, cosas tan imprescindibles para mi que tuve que escribirlas para "no olvidarla".

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