Yo se que mañana habrá un mañana, yo se que cada vez que veo también sueño, yo se que el fruto seco será semilla del árbol nuevo y éste crecerá hasta que fallezca derribado por el sueño de otro que tan poco sueña como tanto hemos soñado. Yo se, lo se, todo está aquí tan cercano que quema, un poco dentro de mi y otro poco soplando en el viento tan cerca de ti. Todo en la vida pasa y todo en la vida cambia y siempre algo queda aunque ya no estemos TAN presentes. Todo nace, todo crece como el agua de lluvia en la montaña y al final el mismo torrente nos engaña, nos doblega, el calor nos empaña siempre los lentes, quedamos, a veces, tan ciegos lejos de los márgenes que algunas imágenes nubladas simplemente como aves sobre el río se nos vuelan... El amor es así nace y se abre camino de a poco entre las piedras y pienso que una letra y otra letra fueron creciendo juntas, acuñadas hasta hacerse una palabra entera: "Amor" yo se que cada vez que te veo tengo ganas de vivir un poco mas y de morir un poco menos tan lejos de las edades y tan cerca de las estrellas...
Yo
tuve algunas habilidades, entre otras solía tener esa destreza de
soñar, para tal fin fue necesario practicar toda una serie de rutinas
como la de comer demasiado de noche, beber con cierta falta de
disciplina algunas copas de un vino algo berreta e ir a la cama
inmediatamente, dejar una luz encendida y poner en la computadora algún
video repetidamente visto con un mensaje algo raro como esotérico, luego
de cabalgar mentalmente en algún campo nublado, con bruma o soponcio
comenzaba de forma abrupta alguna cuestión, recuerdo un lugar no
reconocido, una columna decorada con anaqueles de madera color caoba que
luego en el mismo sueño dejaba entender que era o podía ser una columna
sita en el viejo edificio de la sociedad española de socorros mutuos,
cosa que realmente y apelando a mi memoria sabía que dicha columna nunca
existió en ese edificio. La mujer se acercó, no, no se acercó eso es lo
que me parecía, ella arrimó su rostro entonces pude verla de cerca
siendo su rostro tan conocido como aquella empleada oftalmóloga que me
había vendido el último par de lentes, ella dijo, con sus manos sobre el
teclado de una computadora,
_ ¿está ingresado como cliente? (yo entendí perfectamente "cliente" pero tal vez pudo haber dicho "paciente").
_ si, el número 33.
_ ¿como es su apellido?
_ Coca, como la coca cola.
_ 66, ese es su número de cliente, ¿usted a todas las cosas siempre las divide por 2?
(esbozé
una sonrisa cómplice la cual fue devuelta por la empleada, al otro día
cuando fui a comprar un repuesto para el auto me sorprendí cuando me
tocó nuevamente el número 33).
Siempre,
de pequeño y hasta adolescente, había preanunciado mi muerte a la edad
de 33 años, "la edad de cristo" decía, aunque realmente nadie sabía a
ciencia cierta a que edad había muerto Jesús y eso en cierta forma me
dejaba un mensaje alentador al respecto, ¿por qué motivo debía yo morir a
tan temprana edad?, no era lógico, menos aún estando perfectamente
sano, pero mi pensamiento superaba toda racionalidad y ese miedo era ya
muy natural en mi sin embargo cada noche volvía a repetir la rutina del
sueño sabiendo que tan mal descanso iba a producir finalmente mi muerte
temprana.
Así
casi siempre despertaba con mucha sed, con acidez estomacal y un gusto
amargo en la boca, me preguntaba infinidad de cosas, cuestiones
fundamentales de la conciencia: ¿quien sería ella?, como no podía yo con
todas mis hablidades practicadas descubrir una cosa tan simple y
sencilla, tampoco conocía tantas mujeres en mi vida y por demás mi vida
solo era una "situación limitada", el mundo se desarrollaba en la palma
de mi mano y yo no podía distinguir un dedo del otro, una línea, una
arruga, nada. Me levanté con un cierto dolor de cintura, tuve que asirme
del marco de la puerta del placard, me levanté en la semiluz del
velador encendido, fui al baño a orinar y volví a la cama con un vaso
lleno de jugo de durazno. Debía yo volver a soñarla y me recostaba con
ese pensamiento hasta quedarme profundamente dormido.
Ella
aparecía nuevamente, esta vez una casa o un negocio, un lugar oscuro,
como un pasillo, ¿la casa de la tía Tosca?, yo buscaba algún conocido,
algún familiar pero sabía que algo me apesadumbraba, alguien me
perseguía, alguien quería hacerme daño, al final había una especie de
curva, una "ese", recordé la villa de pedro lino funes y boulevar segui,
esos pasillos y pequeñas habitaciones, una cocinita en un paso, una
cocinita comunitaria, si alguien era perseguido por estos pasillos
tranquilamente podía escaparse, pero aquí no había cocinita, era un
kiosco, en medio de la penumbra un kiosco algo raleado y alguien, un
cliente, me pedía algún alfajor pero al instante me volvían a perseguir,
se venía alguno desde las sombras a matarme y yo ya había cumplido los
33 años hacía ya demasiado tiempo, había superado esa barrera del miedo a
los 33, apenas cumplí 34 me di cuenta que todos esos años con esa
actitud pesimista hacia la vida había sido en vano, yo podía
equivocarme, yo creía en mi habilidad para descubrir las cosas ciertas:
las verdades y sin embargo las dudas me asolaban noche tras noche, ella
me tomó del brazo justo cuando aquel ya me golpeaba o me clavaba un
puñal o un disparo, yo me había defendido pero mis golpes, que creía
certeros, ya no servían de nada, no tenía la fuerza en los brazos, me
quedaba sin reacción, sin fuerza, no llegaba, entonces ella me sacaba
hacia un costado, me besaba y ese beso era suficiente como para
encontrarme en plena relación sexual con ella, entonces me decía al oído
"33" repetidas veces, una y mil veces "33".
Por
pedro lino funes había un bar, afuera había tres o cuatro personas, de
esas que de noche meten miedo y de día no son nada, nadies. Les dije
"¿me cuidan el auto?",
_si, no hay problema andá tranquilo, acá nadie toca nada.
Yo
estaba repartiendo videos casseteras, las alquilaba, había venido un
cliente en bicicleta con toda la pierna vendada, había sufrido un
accidente, yo ante la duda le dije que la video se la llevaba a
domicilio, cuando vi el domicilio me quería morir, entramos por el
pasillo de la villa, enseguida una puertita y entré a un dormitorio
chiquitito, techo de chapa bajo, llovía y había goteras por varios
lados, el muchacho me dijo "poné la video allí que allí no llueve", yo
sospechaba lo peor pero sin embargo al otro día apareció el muchacho en
bicicleta con la pierna vendada con la video y las películas y me
devolvió todo en tiempo y forma.
El
camino era difícil, solía caminar sosteniendo un espejo a la altura de
mi pecho, entonces no miraba el trayecto sino que miraba el reflejo
inverso del techo y así iba yo "saltando" los dinteles, esa era la mejor
parte de todas "el traspasar por una puerta" entonces uno levantaba
instintivamente la pierna para "saltar" el dintel de la misma, luego
esquivar las "arañas" que colgaban del techo y parecía que estuvieran
allí adelante de uno, erectas, mas aún de noche con las luminarias
encendidas, era extraordinario jugar a caminar de esa manera pero sin
cruzar ciertos límites, una vez creí realmente estar atrapado dentro de
esa imagen inversa y simplemente era imposible dejar de mirar el espejo,
ni siquiera bajarlo, imaginé a los no videntes y me di cuenta que
existían miles de formas de NO ver las cosas tal cual eran o conocíamos
todos, había mil formas de mirar y lo perfectamente reconocible en un
instante ya no lo era... ah! las escaleras, subía y bajaba sin siquiera
saber la existencia de los escalones, solo me guiaba por la amplitud de
la distancia reflejada del techo que se alejaba cada vez que bajaba un
escalón e inversamente cuando subía, todo era alejarse y acercarse como
aquel rostro de la mujer de todos los rostros.
Y
ella volvía, siempre volvía en la misma casa en penumbras, en los
mismos pasillos y en la misma "ese" donde casi siempre me atrapaban,
entonces una vez rescatado por ella, musitaba al oído:
_ ¿cúal es su número de cliente?
_ Coca... coca! así como suena como la coca cola.
_ Con dos "ces".
_ No una sola c... je y luego otra.
Ella
me miraba tiernamente y yo sabía que estaba pensando en "la blanca",
ella encendía un cigarrillo y a mi me dolían los pulmones, giraba,
trataba de acomodarme, me tapaba, con un dedo encendía el aire
acondicionado, así casi sin mirar desde el control remoto... en
penumbra, en soledad. Miraba la "araña" de mi dormitorio entonces fue
cuando empecé a practicar una suerte de telequinesis, debía moverla de
un lado al otro, la "araña" permanecía quieta y lo que giraba era el
cieloraso, quise tener en ese momento mi espejo o romperlo en mil
pedazos, cerré los ojos, los apreté fuertemente para NO VER aún con los
ojos cerrados y eso me provocaba un fuerte dolor de cabeza entonces los
abrí y vi la "araña" moverse, primero levemente luego fue tomando
velocidad en un penduleo constante, cerré los ojos y pensé en detenerme y
una vez abiertos los ojos el movimiento cesó por completo. La claridad
empezó a entrar por las pesianas venecianas, estaba saliendo el sol y yo
la extrañaba sobremanera, quería que fuese otra vez de noche, quería
volver a dormirme para volver a tenerla cerca. Si, yo tenía esas
habilidades, la de soñar era una, la de enamorarme no figuraba en
ninguna lista.
Sueño formas con alas, ojos marrones volando alto, mirándome de arriba, ojos marrones me dicen algo y yo mirándole la falda la busco volando alto. Entre la gente sin rostro o en extrañas ciudades des_esperadas... Se que estoy tropezando con mis propias palabras, desptrotegido se que voy equivocado en oraciones sin ocaciones subiendo cien renglones palabra por palabra, palabras a buscar lo que nadie alcanza. Sueño con su boca roja miro sus negras pestañas, negras bragas en alas parece un ángel cantando casi desnuda sobre las olas en el mar de mis emociones... Desesperanza, suelo pensar volando alto y me sorprendo soñando en voz alta suelo soñar soñando con su aroma, con su cara, su mirada, suelo soñar soñando sueño formas con muchas y muchas alas...
Una ventana en mis ojos marrones, una senda de tierra es un destino que me lleva lejos. En tus ojos marrones mi íntima locura es un lugar adonde ir. Tus pestañas y cejas delineadas como un negro camino me llevan lejos. Tu voz como el viento que tuerce los árboles y me besa, tu cinta de negros carbones prolijamente peinada me lleva lejos... Tu boca roja y dulce como una manzana me dan a ambos lados las señales, tu rostro satinado angelical, todo, todo me lleva lejos, tan lejos... Que seis letras se escapan del mapa, una palabra vacila, una postal sin firmar, una corazonada sin freno... Me llevan lejos y duele, tu nombre duele ciudades, dos ciudades dos veces duelen y se escapan de aquí hasta allí, de allí hasta acá dos aves dibujando cinturas revoloteando en un intrincado corazón_desamor. Y yo como un hombre necio y sincero, de distancias herido soy un simple cartel difuso aprendiz de tu propio sueño perdido. Y en las sombras de las nubes al suelo fingiendo tu figura en la ruta siento tu cuerpo de amante secreto que me lleva tan lejos que de allí ya no se como volver sin aquella lluvia cobarde y sin ti.
Cerrar
los ojos, imaginar un lugar, ¡es tan conocido ese sendero! y cuando
abría los ojos estaba en la cocina o en el comedor, con los ojos aún
cerrados yo decía "baño" porque mamá había hecho como que subía un
escaloncito, el baño estaba un escalón mas alto que el dormitorio... y
cuando abría los ojos estábamos en el comedor o en otro sector de la
casa, ella hacía esas cosas como dar vueltas para marearme o hacer de
cuentas que pasaba una puerta. Mamá me alzaba a cocochito (cocoyito le
decíamos nosotros) y yo la rodeaba con mis brazos flacos y largos por su
cuello,
¡qué alegría me daba cuando acertaba el lugar!, hoy recorro cada sitio,
cada baldoza y reconozco cada aroma, el olor a tintura rubio ceniza,
ese olor a manzana y a cera de las escaleras, la pintura de hace 30 años
o mas, cada pincelada y cada rajadura es una caricia y una vieja
cicatriz tan personalizada. ¿Donde estuve tantos años? tal vez aquellas
estrellas del cielo que mirábamos con mis hermanos... En la terraza
solíamos hacer una carpa con frazadas, claro las carpas existían pero
eran mas bien militares nosotros no sabíamos de camping y esas cosas,
poníamos unas sogas o cables viejos y así armábamos una extructura capaz
de sostener las mantas que hacían de paredes y techo, una en el piso,
las frazadas que habíamos ido a buscar a la fraternidad con el tío Raúl,
esas eran buenas, a cuadros azules y celestes, otras en tonos marrones,
decía mi tío que allí eran todos comunistas y por eso nos habían dejado
a un precio mas barato o razonable, decía: "los comunistas son pocos,
tres o cuatro pero se dividen y trabajan todos, se pone uno acá, el otro
allá y el otro mas allá entonces parecen que son miles", vaya uno a
saber... la cuestión que mamá le había comprado al Dany un farol de
kerosene o de alcohol de quemar, nosotros lo usábamos con alcohol de
quemar azul, entonces encendíamos el farol y nos quedábamos allí
hablando de cosas que ya no recuerdo, lo que si recuerdo es la voz del
Dany de grande, mi otro hermano aún vive, "iii maldito" decía así con i
latina, él y su amigo Horacio, recuerdo mirar el cielo tan azul y negro
oscuro y esas fogatas brillando en la inmensidad, hablábamos de eso, del
cielo y mamá que no sabía nada de astronomía nos contaba de la cruz del
sur y yo buscaba dibujar formas uniendo las estrellas, entonces el Dany
contaba cuentos de fantasmas o de monstruos para hacerme asustary
lo conseguía hasta que nos quedábamos dormidos. Él dibujaba muy bien,
un día hizo en papel de calcar una película de drácula basada en la
original de Bela Lugozzi, teníamos un cine graf herencia de mi primo,
una máquina de cine de juguete y la proyectábamos en el patio de casa,
cuadro por cuadro hecho a mano con tinta china y plumín, era una obra de
arte,
luego calcábamos algunos personajes sacados de la revista "el tony" y
hacíamos mas películas, ya las pintábamos con fibra y le dábamos colores
y a la noche nos reuníamos en el comedor y le cobrábamos entrada a
nuestros padres y tíos,
de alguna forma había que conseguir algo de dinero, era para nuestros
gastos como le gustaba decir a mamá. Yo era chico y ¿qué gasto podía
tener? si cruzaba la calle urquiza solo para ir a la escuela, tenía una
bicicleta también de herencia de mis primos, era una réplica de una
moto, color roja, piñón fijo y yo solía por las mañanas cuando no tenía
clases dar vueltas y vueltas por la terraza o por la vereda de la
cortada "Cardenal Mendoza", ni se que fue de ella, crecí y para mi
comumión me regalaron la avianca, una bicicleta plegable color celeste
metalizada que hizo mil recorridos, iba a todos lados con ella sin
embargo ese camino largo no me llevaría a ningún lado... Aquel triciclo
anaranjado y cromado, ese me llevaba por calle San Nicolás, doblaba por
Rioja y en la esquina de una cortadita pasaba entre un grueso árbol y la
pared del taller de mecánica pesada de donde salía ese olor a grasa y
aceite y neumáticos tan peculiar en su mezcla y volvía por Córdoba, la
vuelta manzana, la vereda del negocio de papá, yo pensaba que era un
gran negocio, jugábamos con mi prima Adriana, no se si manejábamos o
algo así, teníamos repuestos de autos a nuestra disposición, papá era un
buen comerciante o eso creía yo, al menos la comida, la ropa, el
colegio nunca fue una preocupación mía, yo solo recorría esas sendas que
me había puesto por delante la vida, ¿soñaba? no lo se, si, seguramente
soñaba, me descucbrí un día frente a una especie de vitrina espejada
que estaba empotrada en la pared del hall de casa inventando un poema
para la chica del barrio que mas me gustaba, allí supe que estaba
ocurriendo un cambio importante en mi vida, miraba unos pequeños
floreros azules vitrificados con relieves dorados al oro prolongarse en
su imagen hasta el infinito y pensaba en su rostro, su voz tan infantil e
infinita, la luz amarilla incandescente aún hoy ilumina el pequeño
sitio y yo me encuentro y cuento cada pequeño adorno, los toco y extraño
todo lo que hizo que yo sea, a veces trepo a la terraza, donde hacíamos
la carpa ahora hay un tanque de agua y sin embargo hay un gran vacío,
ya no hay sueños bajo las frazadas y sin embargo siguen allí casi
esfumándose de mi, ya tardíos, algo mareado, mamá sigue girando y yo con
mis ojos cerrados sigo imaginando el sitio, el lugar exacto, la cruz
del sur, cosas tan imprescindibles para mi que tuve que escribirlas para
"no olvidarla".
Uno
sabe que el amor es sinónimo de mucho, o de todo, uno es capaz de hacer
cualquier cosa por amor, hasta escribir poesías sin ser uno un letrado,
uno puede reirse por dentro así íntimamente de todo, o por fuera a
carcajadas o simplemente esbozar una sonrisa ganada, casi anónima, uno
puede sentirse realmente feliz, también uno puede saber que llegó el
momento de ser un poquitito mas hombre, mas maduro y deja que las cosas
pasen, inexorablemente pasen, pero también uno, con todo ese tiempo a
cuestas, nunca aprende a llorar para desprenderse de esos recuerdos de
aquellos mismos tiempos que se asoman justamente ahora por encima de los
propios hombros y a veces uno necesita gritarlos, arrojarlos lejos para
que alguien los encuentre, los proteja y atesore. Aquellos terrenos de
tierra y montecitos, ¿cuando fue que fuimos con el ale y el may a marcar
la canchita que ya tenía forma de casi nada? y sin embargo con unos
simples palos de escobas fuimos capaces de hacer los arcos y empezar a
darle forma de "estadio". Si, íbamos con la madre de ellos dos, aunque
yo le decía la madre del may, no se, tal vez porque el may jugaba de 5 y
yo de 2 o de arquero y el ale de 9, mas lejos o el may estaba mas cerca
porque tenía mi misma edad o porque era fuerte y habilidoso y yo lo
miraba y trataba de hacer lo mismo sin imitarlo o porque jugábamos a las
cabezas en la vereda por la calle iriondo, creo que éramos parecidos
aún siendo tan distintos. Esa tierra era tierra de nadie, quien pudiera
saber quien era el dueño de todo eso?, al fin y al cabo cada vez que
íbamos siempre había otros ya jugando, había que ir temprano y hacerse
"dueños". Así creo que empezamos a tener conciencia de lo que era
nuestra propiedad, salir de casa bien pasado el medio día, a la una, una
y media de la tarde, el sol siempre fuerte, cruzaba la calle urquiza y
pasaba a buscarlos a los dos hermanos que estaban ya poniéndose las
medias de futbol, a veces aún acostados, pensar que yo a las ocho de la
mañana me levantaba ya pensando en el partido, y cuando llovía, uy
cuando llovía me amargaba porque sabía que si no salía el sol fuerte
sería imposible que se secara tanta tierra para poder jugar, esto
perduró año tras año, cada domingo a la mañana me levantaba bien
temprano y si llovía... si llovía maldecía y muchas veces íbamos igual a
jugar abajo del barro, si abajo... como decíamos. Ibámos juntos al club
y si había otros ya con una pelota partíamos para atrás de minetti y si
no había pelota debíamos juntar monedas, lo que sea e ir a la estación
de ómnibus mariano moreno a comprar una "gamuzada" que eran mas baratas y
el negocio siempre estaba abierto, al medio día o si fuese domingo, no
había ni horarios ni días, los límites en verano se extendían, no había
escuela y eso nos daba las 24 horas para nosotros, tampoco había
violencia, bueno al menos todo era tan distinto... Maqueco al arco
porque tenía pies planos entonces yo iba arriba de defensor con el may
que fue el inventor del carrilero porque iba y venía y también hacía
goles, el rola al medio y el ale arriba... esa era la base porque
después se agregaban otros chicos del barrio, el zurdo deballeu,
gerardo, culito que tenía tres hermanas y a todas les decíamos el mismo
apodo que a él, el hermano del rola que tiraba piedras tan lejos con una
puntería fenomenal, imbatible, y siempre nos la agarrábamos con la
lamparita del galpón amarillo, yo creo que después de un tiempo ya "los
tipos" no la cambiaban, claro para nosotros los tipos eran extraños,
eran tipos, ¿qué sabíamos nosotros de trabajar y esas cosas de grandes?,
nos imaginábamos que dentro de ese galpón habría cosas de grandes y
esos tipos no eran como nuestros padres, usaban una remera blanca y unos
pantalones de lona verde y una especie de gorra con una tela que seguía
por la nuca así como las gorras de la legión extranjera de la revista
fantasía que solíamos leer. Cierta vez no se si fue a mi o a uno de mis
hermanos se nos ocurrió juntar las revistas de mis viejos y de mis tíos
que vivían en la casa de abajo, nosotros vivíamos en la planta alta y
ellos abajo y las dos casas estaban unidas por una escalera interna con
un altillo en el medio, allí había un montonazo de revistas "vosotras",
"para ti", "fantasía", "d'artagnan" y también revistas nuestras del
"pato donald" y de superheroes como "súperman", "batman" y de ese tipo,
entonces las juntamos, las pusimos adentro de un cajón de manzanas y nos
pusimos a venderlas sobre calle urquiza, a los pocos días todos los
chicos hacían lo mismo en las puertas de sus respectivas casas y así
nació "el canje", yo como era algo así como mas impetuoso para los
negocios cuando vi la competencia me propuse tostar, salar y vender
semillitas de girasol, fue una buena idea y con ese dinero que ganaba
tenía para ir al cine, recuerdo el cine "el nilo" allí daban películas
prohibidas para menores pero decían que dejaban entrar a los mismos así
que para allí enfilábamos todos en barra. "La barra"... ay "la barra",
el gringuito murió, hace años, mas o menos cuando murió mi hermano el
dany, él era un poco mas chico que yo, creo, vivía al lado del maqueco,
me dijo mi viejo que murió. Recuerdo una tarde en la canchita de la
parada castellanos, ah porque con el tiempo solíamos ir a varios
lugares, a la canchita de la parada castellanos le decíamos la estatua
porque alguna vez cierta gente habilitó un monumento no se si de perón o
eva perón casi en el medio de la cancha y plantaron pinos y otras
plantas que se venían grandes, con los pinos hicimos un arco y con las
otras plantas bueno algunas las fuimos arrancando y las que quedaron no
había otra que esquivarlas como si fuesen gordos defensores, aquella
tarde entre tres pinos se la pisé al gringuito, la doble chicle que
ahora los que saben le dicen ruleta y lo pasé con tunel y seguí y no se
si fue gol o no pero esa doble chicle no me la olvido más, después la
haría a cada rato con resultados variados entre buenas y malas. Atajaba
el pato, qué arquero el pato... Se que estuvo preso, no se donde, volvió
de grande a la canchita y le pegó una trompada a uno y yo dije se nota
que estuvo preso, digo por el golpe, yo no sabía pegar así, no se no me
hubiese animado a pegar de esa manera, ¿será la maldad que le daba la
pobreza?, no se, porque pobre había sido siempre o porque había estado
preso, si sería eso, la cana... Creo que en ese mismo partido jugábamos
contra otros que ni se de donde habían salido, si porque esos contrarios
no venían a jugar ellos salían de algún sitio, bueno teníamos un corner
a favor y ya oscurecía y estábamos empatados, el rola va y patea el
corner y yo como siempre fui alto había ido a cabecear y corrí por el
callejón del 9 pero me pasé de largo así que no me quedó otra que
tirarme de palomita y con el taco ensayar una pirueta como una chilena
inversa y no va que le pego y la pelota va al arco algo alta pero bien
al medio del arco, un golazo, claro estaba ya oscuro y nadie sabía si
había sido alto o no, los palos eran un arbusto y del otro lado poníamos
un bollo de ropa, la pelota había pasado bien por el medio pero para el
arquero había sido alta y después de discutir un rato se cobró saque de
meta pero estaba ya tan oscuro que así terminó el partido: empate, el
mejor gol de mi vida y no fue cobrado porque era alta... Así empezó a
crecer en mi una pequeña semilla de indignación que me seguiría por el
resto de mi vida hasta hacerse árbol, sin embargo la decisión allí se
discutía pero así quedaba, si la pelota pasaba por encima de la ropa o
por encima del inexistente travesaño era saque de meta y punto, uno
confiaba en el honor del otro y en esa línea imaginaria que nadie veía
pero todos sabíamos que existía y marcaba la trayectoria de la pelota,
se suponía que éramos todos honorables así fuesen gente de otro lado. El
gringuito, si lo tuviera ahora cerca, si volviera de allá de no se
donde qué ruleta le haría, capaz que ahora me la saque si ya se la hice
aquella vez, ahora no podría, seguramente no podría...