Eran seis, debían ser seis, el número era mágico o simplemente un frío múltiplo de tres, yo esperaba a los seis. El 201 6 en estado de inconciencia, respiraba dificultosamente inflando los pulmones heridos de muerte, la mascarilla se le corría para un lado y ya nadie se la acomodaba y yo pensaba si tal vez estuviera soñando y en su mente aún se reflejaran sus hijos cuando pequeños, esa imagen que a uno jamás se le borra, el cariño de aquella vez distorcionado por la morfina, ahora ya grandes lo lloraban a su lado, alternativamente…nada era continuo, todo en la vida son ondas y sus pulmones se inflaban y luego se desinflaban tratando de llevar el oxígeno a sus células que decidieron dejarse vencer, la última expiración y el luego la nada, cada órgano dejó de existir, asfixiados, la energía dejó el cuerpo inerte, se precipitó a un estado superior, simplemente desapareció, la vi partir, quise decirle “no temas” pero ya no me escuchaba, las miles de capas del tiempo fueron superadas de un soplo, la velocidad con que acontecía no permitía saberlo todo, comprender el secreto de la muerte sería comprender el mismo secreto inverso de la vida, solo fue una etapa de esta combustión universal donde las cenizas eran inhumadas bajo una fina llovizna. Hacía tres días que llovía.
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