jueves, 2 de febrero de 2012

Darío - serie cuentos cortos - gatoconbotas



El auto arrancó, o ya estaba en marcha, no lo se, solo se que yo miraba por la ventanilla hacia la izquierda y la gente pasaba caminando por la vereda, solo alguna que otra mujer con vestido largo y oscuro como de los 50, éramos cinco, el chofer un hombre de edad ya avanzada de cabellos entre canos y ralos, de incipiente calvicie de esas que denotan haber pasado los sesenta y pico, peinado hacia atrás…y yo pensaba “¿usará gel?, ¿quien es?”; a su lado sentado e inmóvil el “loco de la radio”, un muchacho del barrio algo discapacitado, visco, que solía hacer distintos mandados a la gente, solo miraba hacia adelante como si nada existiera a los lados y hacia atrás, como si nosotros, los otros ocupantes no existiéramos, como si fuésemos solo imágenes abstractas dentro del habitáculo. Detrás íbamos las tres mujeres algo apretadas, yo a la izquierda, en el medio una mujer con tapado de unos cuarenta y pico y a la derecha otra mujer ya mayor con un sombrero con plumas pero no tan abrigada, tenía un collar de perlas grandes que caía por entre sus grandes y ya caídos senos. Quise preguntarle a la de cuarenta y pico qué hacíamos allí pero antes que yo preguntara me miró con ese tipo de mirada autoritaria y me dijo que debíamos llevar al chico (al loco de la radio) a un sitio que no pudo determinar con precisión o no me lo quiso decir. El chico seguía inmutable entonces el chofer giró la cabeza y pude ver sus sendos bigotes de igual color que su cabello, balbuceó algo así como que “tiene que llevar al chico”, al menos es lo que pude entender del sonido salido por debajo de esos “mostachos”. No tenía miedo o tal vez si un poco, era todo tan indiferente y a la vez tan diferente, solo conocía al chico y me venía a la mente una tarde cercana pero no podía determinar cuan cercana ya que no podía definir este tiempo, recordé estar en la cortada Marcos Paz esperando a mi marido que hablaba con el mecánico una cuestión del auto que no funcionaba bien, de hecho hacía algunos días que nos había dejado a pie en medio del centro y un auxilio nos debió llevar con la grúa hasta la puerta de casa y luego de allí mi marido lo había llevado empujando a mano hasta el taller mecánico que estaba dando vuelta la esquina a cincuenta metros por Marcos Paz, entonces pasó el chico al que le decíamos “el loco de la radio” ya que siempre andaba escuchando una radio portátil mientras hacía mandados a la gente del barrio y se ganaba una propina, esta vez pasó con una cierta cantidad de volantes y le dio uno en la mano al mecánico casi ignorando nuestra presencia y le dijo “dáselo a tu mamá pero dáselo en la mano, que no lo tire ni a la basura y menos en la calle”. Yo quería ver los colores y de hecho podía tener imágenes perfectamente nítidas en sus respectivos colores, me dije “son los originales” entonces son ciertos, por ejemplo aquella tarde pude ver el color rojo de nuestro auto, lo había encerado un día antes que se rompiera, sin embargo en esta situación la poca gente que circulaba a nuestro paso lo hacía en blanco y negro aunque pude ver claramente el color tenue de las paredes de las casas, quise preguntar donde estábamos pero de nuevo la mujer se adelantó y me dijo esta vez con mucho más ímpetu, casi enojada “tiene que llevar al chico”, miré por la ventanilla izquierda nuevamente y me incliné hacia delante y miré hacia la derecha tratando de ubicar el lugar exacto, todo era conocido, las casas, las veredas, los negocios, pero no había árboles, entonces ¿estamos en el centro?, no, las casas eran viejas y ante la duda apareció un árbol y luego otro y otro y las veredas se alejaron y había baches en los adoquines y sectores con pavimento negro/gris y las vías, estábamos cerca de casa, era “carriego” y vinieron las vías y la canchita de futbol y todo ese zigzag que tantas veces hacía mi marido para esquivar los controles de tránsito, pasamos raudamente y el camino se fue reduciendo a una forma cónica y azulada pero enseguida el chofer redujo la velocidad y volvieron los árboles y la imagen distorcionada y azulada desapareció, esta vez los árboles ya mas separados y a los lados las veredas tornaron en grandes sectores con césped, me di cuenta que era la vieja “travesía” ahora mejorada, transformada en una pequeña autopista, me animé y casi grité “espere yo me bajo aquí”, el chofer entonces redujo la velocidad casi al mínimo y dando vuelta la cabeza me dijo: “debe llevar al muchacho, lo tiene que llevar a que lo curen, debe hacerlo”, pude ver entonces su rostro completamente y era tan parecido al tío Nuncio pero sus bigotes eran algo mas largos como esos que usaban los inmigrantes italianos que solían abundar en cuadros con marcos de madera adornados con una flor o un moño en la parte superior y que siempre eran ovalados y abandonados en los desvanes, de hecho mi padre tenía varios incluyendo uno de Nuncio de cuando era joven. Nos alejábamos cada vez mas y yo solo necesitaba a mi hijo y a mi marido, me preguntaba que era de ellos, por qué no estaban allí, como llegué allí, ¿les habría pasado algo?, empecé a extrañarlos y a asustarme, pensaba lo más trágico y luego me daba cuenta que ellos tal vez estarían pensando ¿donde estaría yo?, entonces quise imaginar, buscar o simplemente me preguntaba que había hecho yo antes de subir a ese auto, ¿me habían llamado?, yo debía haber estado en la verdulería y ahora estaba allí, yo jamás hubiese subido al vehículo sin un engaño, ni aún engañada hubiese subido y recordaba las palabras de mi marido para que me cuidara y que cruzara las calles mirando los semáforos y que estuviesen los vehículos detenidos y...sin embargo ahora estaba allí con tres desconocidos y con el loco de la radio llevándolo a que lo curen, pero como podían curarlo si él había nacido así, ¡tenía casi treinta y cinco años!. Lo miré, vi su nuca, su pelo cortito, aún de espaldas se notaba que era tonto, no había forma de equivocarse, lo llamé “¡Darío!”, y se dio vuelta y me contestó “qué tal ¿y el muñeco de barba?" (por mi marido), mi marido ya no usaba barba pero él aún lo llamaba así…”Darío qué necesitas?” “Estoy repartiendo estos volantes, tome uno pero no lo tire en la basura y menos en la vereda, es un mercadito nuevo cuando necesite algo me dice pero me lo da anotado así no me olvido de nada”, yo sabía que no se olvidaría jamás ni siquiera de una sola coma, menos que perdiese el dinero o se quedara con un vuelto. Hubiese gritado o llamado a la policía, no tenía el bolso ni las llaves ni el celular, no los tenía y no los encontraba, miré a la mujer de cuarenta y pico y ahora pude notar una colita en su cabello y me dije ¿y esta de que se la da? traté de musitar una palabra pero casi sin pensarla y antes que la mujer me interrumpa nuevamente dije así muy rápidamente “yo no se adonde vive este chico, lo conozco del barrio nada mas, ¿por qué no lo llevan ustedes a curarse?”…y la mujer manteniendo su tono algo severo me contestó “porque nosotros estamos todos muertos”. El auto se detuvo.

- realidad -
[[[ ¿Por qué todos lloran y se ponen mal cuando me voy?, la mujer me repitió "¿sabés por que?, porque nosotros estamos todos muertos y ellos quieren que vos te quedes pero vos tenés que vivir tu vida...¡márchate!", tal vez morí por un instante, no lo se, giré la cabeza y vi a mi hijo "desparramado" en la cama durmiendo, a la derecha a mi marido...]]] 


- ¿Quien cuidará de mi cuando ya no estés? -

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