Vienen a mi insubordinados, desde lejos, como nubes de avispas en el crepúsculo anaranjado, negros pájaros, figuras, a veces inocentes voces, otras indolentes suben y suben en bandadas casi hasta morir asfixiados y luego se precipitan hasta la tierra firme esquivando los árboles. a la velocidad de la sin razón, no, no hay razón, no la busquen, todo es así sin encontrarlos, una simple melodía que crece, un río de sentimientos verdes y el marrón de sus ojos mezclándose con los pétalos tiernos de sueños de alma dulce y pureza blanca. Debí retenerlos, allí en el contraste, debí socorrerlos, debí darles aire... Ahora es tarde, ya desalientan. Ella les daba la vida, el pulso exacto, las brevas de julio tardías lo sabían exactamente, eran violetas moradas como sus alas y roja su boca entreabierta, su voz de niña encerraba al paso ligero de tacones altos todos los misterios del amor. Cuantas ciudades y cuantas distancias se marcharon por el aire, volando las edades hasta quedar todos apretados en mi mano solitaria.
Debiera yo viajar íntimamente por los caminos de mil ciudades para encontrar la palabra que te abarque. Eres en mi tan imaginable que invariablemente la palabra siempre vuelve. Una y otra vez llegas suave a mis papeles. ¿Quien eres mujer?, ¿un tal vez?, ¿un siempre?... Aquella niña que soñaba con ángeles de boca roja y cabellos chocolate, ahora vuelven tus fotos, tu voz lejana resonante, tu verso subiendo renglones, tus ojos cafés, poses, un todo lleno de colores y nadies, tu rostro solo reconocible si lo tocase, tu piel suave entre estas paredes casi cárceles, tu palabra mucho mas allá de la luz tenue. No, no puedo tocarte con mis letras, no puedo caminar a tu lado y sonreirte, no puedo regalarte una flor y el suspiro se pierde en la distancia. Por mas que lo escriba una y mil veces tu siempre te escapas por detrás del horizonte.
No hay remedio, No, no hay forma, no quiero que la sangre llegue hasta la fuente... Si, tu eras aquel ángel y ahora qué! Ya no siento tus cabellos volar, ya no estás entre mis notas, tus besos no llegan a ningún lugar. ¿Acaso la noche te absorbió entre su vientre y sombra? ¿que quedó de aquella niña que corría por los caminos de las ciudades? Aquí está la luna llorando soledades arqueada de tanto bostezar el amor de los amantes no reconocidos, blanca, pálida sin saber sobre su destino. Muerte! puta muerte! no me resigno... Ella no lo ha merecido, la sangre roja como sus labios, borravino ha sido. La he visto morir en mis papeles, No! no hay remedio, que la sangre no llegue hasta la fuente, yo, no me resigno.
Espacio tiempo prematuro que tanto y tan poca cosa eres sin amor, filamentos diminutos como salidos de una acuarela, alma mía, si todos somos simplemente materia y estamos hechos de la copia de lo mismo. Tan pequeño es el lapso de este tiempo que no me alcanza el universo entero distancia larga entre dos palabras para decir lo que yo siento y presiento la tristeza de la muerte en la letra de tu olvido. Libélula de los carteles, libélula del baile y de los libros... si tu vuelas lejos de mis ansiados días yo no quiero que tu seas en mis noches frías un efímero suspiro en el beso de la vida. Ángel vuela libre sobre el mar con tus cuatro alas desde el golfo de las conciencias indias hasta la soledad de la plataforma submarina. Renace, ilumina, brilla, que yo te deseo siempre eterna, siempre bella, siempre viva en el latido de mi corazón y en la imaginación de mis pupilas...