lunes, 30 de julio de 2012

"Los últimos seis" - cuento - capítulo 4 "Sacrificio"







Concordamos, la casualidad no existe.
Uno podía estar aquí o un poco mas allá pero estaba, existía, era, ocupaba ese preciso lugar en un instante determinado, el hecho de estar allí con una dolencia era producto desde un error genético hasta la falta de disciplinas sanas en la forma de vida que se traducía desde las mas antiguas civilizaciones en trabajo, alimentación y las horas necesarias para que un organismo complejo pero a la vez sensible y delicado se reponga, se regenere, sueñe. Yo me alimentaba mal y soñaba demasiado, moví mi cabeza en señal de desaprobación, los dos enfermeros siguieron su camino y entraron a la habitación 201 a hacer su trabajo, me levanté y fui hasta el baño que estaba justamente en frente de esa sala para lavarme la cara y mojarme un poco los ojos ya enrojezidos. Era grande para ser un baño, tenía 3 compartimientos, dos con inodoro y ducha y el tercero con un lavatorio para papagayos y chatas, luego una especie de estar donde estaban los lavavos para higienizarse las manos, el jabón líquido con desinfectante al lado de cada canilla y dos secadores de manos, enseguida comprobé que una de las canillas no funcionaba, hacia el lado oeste el recinto ofrecía sendos ventanales con mosquiteros, miré entre el reticulado la noche clara, había dejado de llover y el cielo se estrellaba iluminado por una luna grande y redonda, algunos destellos rojos, lilas y blancos se materializaban, seguían un curso y luego se desmaterializaban de la misma forma en que habían aparecido, claro que nadie que no estuviera preparado podría verlos, el ser humano estaba limitado a ciertas barreras físicas y hasta psíquicas aunque en esto último el potencial siempre había sido inmenso.
El mosquitero a modo de jaula de Faraday me protegía, ellos buscaban o alimentaban en cierta forma el sufrimiento, la energía electromagnética era muy superior en la desgracia que en la felicidad. Podía desde allí ver las pléyades inclusive podía descubrir las mas pequeñas del cúmulo, aquellas invisibles para el común de la gente, la atmósfera no era la misma que aquella de 13500 años atrás donde todo se miraba a ojo desnudo, ahora estaba mucho mas sucia, se habían cometido millones de asesinatos crueles, éramos esclavos de nuestros propios pensamientos y creencias, todo nos costaba tanto que tuvieron que amasarnos para que evolucionemos.
Volví sobre mis pasos a la habitación y me senté en la silla de siempre, no me agradaba pensar que esa jauría vivía gracias a nosotros, eran parásitos voladores sin masa alguna, ilimitados pero vivos. 
Miré al anciano sobre la vieja cama ortopédica y el me miró con esos ojitos de desconocimiento pidiendo compasión. Recordé la techcatl, uno de los dos enfermeros terminaba su trabajo con la destreza de quien sabe lo que está haciendo, "sentí" y supe realmente que aún no sabíamos nada.

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