sábado, 24 de mayo de 2014

A la deriva



Aquí está el cielo y el mar,
aquí tan cerca como me lo dicen mis ojos.
Realidad, irrealidad cotidiana,
línea transparente entre azul y celeste que nos divide.
Y aquí están las piedras al azar
que se duermen eternas, bañadas de musgo y olvido.
Piedras... al atar
así nunca serán estación,
ni siquiera un buen puerto ni nada,
solo piedras, piedras mojadas...
sin renglón y sin futuro.
Tu venías de los trenes
con un pasaje de exilio hacia la mente
con tu bolso de mano y un lapiz plomo:
tenías mi rostro entre tus labios,
mi corazón y mi alma al descubierto divagando
y yo por los pasillos con la lluvia cayendo a mares.
A veces odio volver y revolver
y recorrer tantos y tantos pensamientos como vitrinas
tengo tu voz y ¿tú qué tienes?
Solo algunas palabras desmarañadas en el recuerdo,
solo mi voz de acuarela desteñida
y mi boca sin besos,
mi cuello, mi cuerpo pero no mis huesos
y tu me dices "yo te quiero"
y yo te quiero,
matemáticamente igual
como se quieren los insectos
formando palabras enamoradas.
Tengo tu espalda disipada en la bruma de la mañana
y un helicóptero de sueños que se pierden
girando y girando como una araña colgando del cielorraso
como si en lugar de cuatro brazos tuviese cuatro alas...
Y allá van los barcos que naufragan sin palabras,
sacados de contexto del cajón de la mesita de luz desvencijada
en este mar encrespado de versos mudos e imágenes gastadas.
No, tu no eres, no nace el amor,
simplemente pasas y te pierdes como tantas
desde el andén al agua
a la deriva.

sábado, 3 de mayo de 2014

Amanecer

Tu eres esa foto
una cara,
un rostro que mira desde lejos otra cosa,
una niña dulce y tierna
que no sabe lo que quiere
o sabe bien a quien ama.
Tu eres impredecible,
de pie, de perfil o simplemente acostada
tu eres una roja boca
de mentón afilado
cuerpo impresente
y mente filosa.
Te miro y pienso que tus ojos cobran vida,
que hay un deseo detrás de tus pupilas,
que sabes que te amo.
Toco el cristal como acariciando el pasado,
como si alguna vez supimos que existía algo,
una voz, un simple ruido, un suspiro o una noche.
Tu sigues allí, inmóvil,
sin siquiera escudriñar el alma,
rodeada de luces y sombras
y a la espera 
del amanecer de mis palabras.